No a la envidia
La Iglesia siempre ha tenido muy claro que el seguimiento a Cristo Jesús no ha de ser solo una cuestión externa, sino que requiere una actitud interior que sea el origen de nuestro comportamiento. Por eso, la lucha del cristiano no va solamente en un cumplimiento externo de los mandamientos sino también en la pureza del corazón.
De esta manera puede ofenderse a Dios cuando nuestros sentimientos nos alejan de Él. Un hombre que tiene el corazón lleno de odio, de venganza, de rencor o de envidia ofende al Señor porque esos sentimientos no dejan espacio para un trato con Cristo Jesús. Además, pueden convertirse en una fuente de conductas pecaminosas.
Hoy las lecturas de la Misa nos invitan a estar atentos a uno de esos sentimientos malos: la envidia. La envidia es la tristeza en el alma por el bien ajeno. El envidioso no es feliz porque cae en la cuenta de que otra persona posee un bien o hace algo bueno. Y eso es precisamente lo que critican los pasajes de la Sagrada Escritura que escuchamos hoy. Ante la petición de Josué, Moisés le corrige diciendo que ojalá todo el pueblo pudiera hacer el mismo bien. Una situación similar escuchamos en el evangelio.
En el Evangelio (Mc 9, 38-43. 45. 47-48) escuchamos también una indicación del Señor por la que nos invita a tener una enemistad radical con el pecado: si tu ojo es ocasión de pecado, quítatelo; si tu mano es ocasión de pecado, quítatela, si tu pie es ocasión de pecado, quítatelo. No se trata de ir realizando amputaciones a lo largo de nuestra vida, sino de hacer el propósito de evitar el pecado a toda costa.
Una de las maneras de evitar el pecado es purificando el corazón de esos sentimientos malos. No debemos dejar que la soberbia, la ira, la venganza, la envidia, el rencor, el resentimiento, etc., tomen el control de nosotros dejando fuera a Nuestro Señor Jesucristo.
No olvides esto: la vida del cristiano no es solo hacer sino también tener un corazón dispuesto para Dios. En el seguimiento a Cristo hemos de tener una enemistad radical con el pecado y, para ello, debemos tener también el corazón limpio de cualquier sentimiento malo.
Que el Señor nos bendiga hoy y siempre.
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