No a la envidia
La Iglesia siempre ha tenido muy claro que el seguimiento a Cristo Jesús no ha de ser solo una cuestión externa, sino que requiere una actitud interior que sea el origen de nuestro comportamiento. Por eso, la lucha del cristiano no va solamente en un cumplimiento externo de los mandamientos sino también en la pureza del corazón. De esta manera puede ofenderse a Dios cuando nuestros sentimientos nos alejan de Él. Un hombre que tiene el corazón lleno de odio, de venganza, de rencor o de envidia ofende al Señor porque esos sentimientos no dejan espacio para un trato con Cristo Jesús. Además, pueden convertirse en una fuente de conductas pecaminosas. Hoy las lecturas de la Misa nos invitan a estar atentos a uno de esos sentimientos malos: la envidia. La envidia es la tristeza en el alma por el bien ajeno. El envidioso no es feliz porque cae en la cuenta de que otra persona posee un bien o hace algo bueno. Y eso es precisamente lo que critican los pasajes de la Sagrada Escritura que escu