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El Buen Pastor y los buenos pastores

 Este domingo toda la Iglesia celebra el domingo del Buen Pastor, porque la lectura del Evangelio nos propone esta imagen de Cristo que el Señor, además, se atribuye a sí mismo.

Ya en el Antiguo Testamento, el Pastor de Israel era Dios mismo. Ya lo escuchamos en uno de los salmos más conocidos: El Señor es mi Pastor, nada me falta. Y las personas que tenían a su cuidado el Pueblo de Israel –los reyes, los ancianos y los sacerdotes– eran llamados también pastores de Israel (Jer 23, Ez 34) puesto que descansaba sobre ellos la misión de cuidar, dirigir y enseñar al Pueblo, rebaño del Señor. Algunos profetas hicieron un llamado de atención porque esos pastores de Israel habían descuidado su misión y buscaron solo su propio provecho.

No cabe duda de que el Señor es el Buen Pastor. Si hay alguien que quiere el mayor bien para nosotros –la salvación– ese es Jesucristo, como nos lo recuerda San Pedro en la primera lectura (Hech 4, 12). Y Él ha elegido a fieles para que sean sus pastores, para que ayuden en su misión de guiar a los fieles de la Iglesia hacia la salvación que nos promete.

La misión de los pastores –entre los que destacan los sacerdotes– no es fácil porque no es apreciada por el mundo. Ya nos recuerda San Pedro que Jesús es la piedra que desecharon los constructores (los líderes de Israel) pero que es el fundamento de todo (la piedra angular). No debemos ignorar, además, que entre los llamados pueden encontrarse algunos que se olvidan de su vocación y solo velan por sus intereses, de tal manera que se rinden con facilidad ante la adversidad y la persecución, como un asalariado que “cuando ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye” (Jn 10, 12). No olvidemos que Judas estuvo años junto al Señor y que el Señor le confió responsabilidades, sin embargo, le vendió.

Hoy es el día propicio para recordar el mandato del Señor: “Rueguen al dueño de la mies que mande trabajadores a sus campos” (Lc 10, 2) porque nunca seremos suficientes para atender convenientemente a todos. Pero no solo eso, sino que hemos pedir al Señor que ellos sean “pastores según Su Corazón, que pastoreen con inteligencia y sabiduría” (Jer 3, 15). Por eso, la Iglesia ha elegido este domingo como la Jornada Mundial de oración por las vocaciones. Así que oremos para que nunca falten sacerdotes a su Iglesia y oremos para que los sacerdotes sean según el Corazón de Cristo.

Con muchos sacerdotes según el Corazón de Jesús, el Maestro puede seguir siendo para muchos el Buen Pastor. A él la gloria, el honor y el poder por los siglos de los siglos.

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