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La fortaleza que da la confianza

 Si hay una experiencia que se ha globalizado en los últimos años es la experiencia de la adversidad. Desde el año 2020 la humanidad ha ido experimentando una serie de variables que han hecho que el grueso de los seres humanos se haya visto en una situación que no podía prever. La pandemia y las consecuencias económicas que trajo, hizo que muchísimas personas quedaran sin su medio de sustento. Y a eso podríamos ir sumando otras causas, la última de ellas son las guerras.

Hay países que, por diversos motivos entre ellos el político, están pasando una situación de necesidad permanente que ha generado unas grandes olas de emigración. Las personas que emigran sienten muy de cerca el peso de la soledad y la angustia de la incertidumbre. El hecho es que un grandísimo porcentaje ha tenido que experimentar la penuria, la carestía, la incertidumbre y la adversidad. Todas esas experiencias pueden causar que el alma pierda la paz y que los fieles hijos de Dios se desanimen.

Muy por el contrario de lo que puedan afirmar algunos, especialmente los políticos ignorantes, la fe resulta un elemento importante en la vida de cualquier persona. Prácticamente todo profesional de la psicología, psiquiatría o psicoterapeuta reconoce que la fe es un elemento importante para superar situaciones personales y que las personas religiosas tienen un elemento más que favorece la superación.

Desde siempre los creyentes en Cristo Jesús han encontrado en la fe, en la esperanza y en el amor una fortaleza particular para poder superar los momentos difíciles. Así lo escuchamos en la segunda lectura de nuestra Santa Misa de hoy (Fil 4, 12 14.19-20). San Pablo dice a la comunidad cristiana de Filipos: “Yo sé lo que es vivir en pobreza y también lo que es tener de sobra. Estoy acostumbrado a todo: lo mismo a comer bien que a pasar hambre; lo mismo a la abundancia que a la escasez. Todo lo puedo unido a aquel que me da fuerza”.

Los discípulos de Cristo tenemos la certeza de que Cristo Jesús nos ama y no permitirá que seamos probados más allá de nuestras fuerzas. Por lo tanto, en la adversidad nos apoyamos en la fe en Cristo Jesús, nos confiamos en la esperanza que Él nos ofrece y nos movemos en la certeza de su amor. Sabemos que debemos hacer todo lo humanamente posible y que lo que no podamos hacer, está en las manos del Señor.

Esa certeza mueve también al cristiano ayudar a los hermanos que están en necesidad: En ese momento nos convertimos en instrumento de Cristo para venir en ayuda del necesitado. Y eso no debemos olvidarlo nunca.

Por eso todo discípulo de Cristo cuando sienta abrumado por los eventos debe recordar que tiene que hacer todo lo que esté en sus manos para cambiar y lo demás está en manos de Cristo. Todos debemos repetir con mucha frecuencia el mensaje que nos deja San Pablo todo lo puedo en Cristo Jesús que me da fuerzas.

Gloria a Dios, nuestro Padre, por los siglos de los siglos. Amén.


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