Ir al contenido principal

Un Dios que está con nosotros

Hace más de 50 años un filósofo ateo propuso una analogía para explicar que Dios no existe. Se trata de una tetera que da vueltas alrededor de la tierra que alguien puso allí teóricamente. Esa tetera resultaría imperceptible a cualquier telescopio y solo se sabe de su existencia teórica porque un grupo de personas se empeñan en hacer que todo el mundo acepte que esa tetera está allí y da vueltas alrededor de la tierra.

Desde el punto de vista estrictamente filosófico el ejemplo de ese filósofo es bastante malo. Tiene una idea bastante equivocada de quién es Dios y eso explicaría lo absurdo del ejemplo que quiere proponer. Es tan malo ese ejemplo que todavía habría que decirle a ese filósofo que una tetera jamás podrá dar un significado completo a la vida ni tampoco podría ser la fuente de la felicidad de millones de personas a lo largo de la historia y del mundo.

En el Evangelio de nuestra Santa Misa de hoy (Mt 3, 13-17) escuchamos el gesto de Jesucristo de acercarse a Juan el Bautista. Ese gesto es rico en significados. Consideremos que Juan el Bautista estaba administrando un bautismo de conversión para pedir el perdón de los pecados. Se trata del gesto inicial de toda persona que quiere acercarse a nuestro Señor. Evidentemente, Jesucristo no tiene necesidad de recibir ese bautismo y así se lo hace saber Juan el Bautista: "Yo soy quien debe ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a que yo te bautice?". La razón por la cual Jesucristo se acercó al Jordán es porque se hizo uno como nosotros.

A diferencia de cualquier otra cosa material, Jesucristo se muestra siempre cercano a nosotros. Y en todas las circunstancias de nuestra vida: en los momentos de alegría y esperanza como en los momentos de dolor y adversidad. Ese es el significado pleno del título que los profetas daban al Mesías: Dios con nosotros.

La cercanía de Jesús a los hombres debe verse correspondida con la cercanía nuestra a Jesús. Nosotros los creyentes hemos de recuperar ese elemento de nuestra vida que consiste en poner a Jesucristo en el centro de todo. El mandato del Padre es claro: "Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias".

Hoy es un día perfecto para que nosotros recordemos y hagamos parte de nuestra vida que Jesucristo está cerca de nosotros, que Jesucristo está con nosotros siempre porque así lo ha querido. Entonces hemos de acudir a Él siempre: para alabarlo, para bendecirlo, para darle gracias, para pedirle perdón por nuestros pecados, para interceder por otros, para pedir su intercesión en favor nuestro.

Jesucristo hijo de Dios y hombre verdadero es el Dios con nosotros.

Comentarios

Entradas populares de este blog

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46)

1) Composición de lugar             El Señor está consciente de que su hora de morir ha llegado. 2) Confianza y abandono La oración de Jesús, en este momento de sufrimiento —« Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu »— es un fuerte grito de confianza extrema y total en Dios. Esta oración expresa la plena consciencia de no haber sido abandonado.

¿Qué nos enseña el pasaje de la resurrección de Lázaro?

1) Lo que esperamos obtener de Dios no siempre es lo mejor para nuestra vida . Más de una vez nos habremos dirigido al Señor pidiéndole algo seguramente importante. Y más de una vez el Señor no nos concedió lo que le pedimos. Sin embargo, no nos debe quedar la menor duda de que lo que ocurrió redundará siempre en nuestro bien, aunque en el momento no lo entendamos o no lo veamos con claridad. Marta y María le mandan a avisar a Jesús que Lázaro está muy mal. Jesús no responde inmediatamente. Finalmente, Lázaro fallece. Cuando Jesús se hace presente, Marta le dice: “Si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano”. Marta esperaba que el Señor sanase a su hermano, pero no imaginó nunca que fue lo mejor que pudo pasar, porque con ello dio una muestra fuerte de su poder y su hermano volvió a la vida. 2) La verdadera vida está en Jesucristo . Hoy el término “vida” está relacionado más con el desorden y el placer. Y eso no es vida. La verdadera vida es la comunión de vida y a

¿Cómo actúa el Espíritu Santo en nosotros y en la Iglesia?

Es una pregunta interesante. No responderla implica el repetir hasta la saciedad que el Espíritu Santo actúa en nosotros y no tener idea de qué estamos hablando. Básicamente, el Espíritu Santo actúa ordinariamente de dos modos. Primero : El Espíritu Santo nos concede la misma vida de Dios. En los sacramentos, nosotros recibimos la gracia santificante. Esto quiere decir que recibimos la condición de hijos de Dios en el bautismo y, mientras tengamos la intensión de vivir según la Voluntad de Dios (eso es vivir en santidad) conservaremos esa amistad con Dios. Si por debilidad, descuido, pereza o maldad perdemos la gracia de Dios, el Espíritu Santo nos concede el perdón por el sacramento de la confesión. El Espíritu Santo hace posible nuestra vinculación con la familia de los hijos de Dios. Segundo : Con sus dones. En la tradición bíblica y en la tradición cristiana católica se identifican siete dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, pieda