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El encuentro con Dios en la Palabra...

Desde hace unos años, este domingo, el tercero del tiempo ordinario, se llama el domingo de la Palabra de Dios. Y habiendo escuchado las lecturas de nuestra Santa Misa no es difícil saber por qué.

En la primera lectura (Neh 8,2-4a.5-6.8-10) escuchamos uno de los pasajes más lindos del Antiguo Testamento. El Pueblo de Israel estaba recomenzando su vida después de un largo periodo de exilio. Vivieron un momento difícil en donde la tentación de alejarse del bien se hizo presente. Para superar esa etapa difícil de la vida de Israel, la fe resultó un elemento fundamental: la tradición de padres a hijos de su propia cultura, entre lo que destacaba la fe en Dios. Padres transmitían a hijos lo que sabían de memoria: pasajes de la Sagrada Escritura. 

Cuando estaban reconstruyendo la ciudad pronto se vio la necesidad de reconstruir la vida moral del pueblo. Y así le piden a Esdras, sacerdote, que vuelva a hacer del conocimiento del Pueblo el mensaje del Señor. Esdras recolecta las Sagradas Escrituras y organiza la lectura de la Palabra al Pueblo.

Mostraron el respeto que aprendieron de sus padres: se pusieron de pie. Y comenzó la lectura de la Palabra de Dios. Las enseñanzas de sus padres volvieron a su memoria y la gracia de Dios tocó los corazones. Se reconciliaron con lo que eran, con lo que son y con lo que Dios espera de ellos. Fue tal el impacto que lloraban. Se reencontraron con Dios en su Palabra.

Ese prodigio histórico, puede repetirse siempre.

La Sagrada Escritura es una fuente de sabiduría (que no es conocimiento científico, sino el saber para la vida) que ha sido despreciado por motivos ideológicos. Se dice que habla de cosas inaceptables como machismo y guerras o que es un libro que narra cosas fantasiosas, o que no tiene criterios científicos. Es un libro religioso que narra también la evolución e historia de un pueblo, y en el que puede apreciarse un camino de perfección hasta llegar al mandamiento del amor de Jesucristo.

La fuente de la sabiduría está allí, y está para nosotros. Para poder aprovecharla debemos aproximarnos a ella con el mismo espíritu con que fue escrita: con el espíritu de Dios. El culmen de la Sagrada Escritura está en los Evangelios y en ella adquiere sentido toda la Palabra. En Cristo, Palabra de Dios Padre, encontramos el cumplimiento de la Palabra (Lc 4, 21).

Acudamos a la Palabra y obtendremos una gran riqueza para nuestra vida. Podremos obtener en ella luces para comprender nuestro pasado y nuestro presente, para poder orientar mejor nuestro futuro.

¡Bendiciones para todos!

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