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Quitarnos el lastre

A lo largo de nuestra vida, año tras año, vamos modificando nuestro modo de ver las cosas y vamos asumiendo valores y criterios, no necesariamente buenos. El hecho es que supone una carga muy dura y desgastante.

Hay lastres diferentes, todos ellos inútiles e innecesarios. Uno es la moda: un esfuerzo (económico y físico) sin sentido por pretender agradar a otros solo por “aprobación”. Otro lastre es la ideología: asumir unos criterios sin fundamento alguno y tratar de interpretar la vida, volviéndonos esclavos de una idea. Otro lastre más moderno: las redes sociales que causa dependencia y se busca la aprobación mediante unos likes.

En todo caso, estamos hablando de una serie de criterios que no nos hacen ser libres. Verdaderamente libres. Esas y muchas otras cosas más, pueden suponer un obstáculo para encontrarnos con Jesús y escuchar su mensaje.

En la primera lectura, el profeta invita al pueblo a quitarse el “vestido de luto y aflicción” y a vestirse de “las galas perpetuas de la gloria” (Baruc 5,1-9). En el Evangelio (Lucas 3,1-6) se nos presenta la figura de Juan Bautista, como el mensajero que prepara para el Señor un pueblo bien dispuesto.

El camino del Adviento tiene un indicador bastante preciso: examinar nuestra vida, nuestra conciencia. En ese examen debemos identificar qué cosas suponen un obstáculo para que yo esté bien dispuesto para encontrarme con el Señor y para dejarme transformar por Él. Que “vestidos de luto y aflicción” no dejan que me revista de “las galas perpetuas de la gloria”.

Y una vez identificados esos lastres, ¡a librarnos de ellos!

Y así tendremos un corazón libre para Jesús, para encontrarnos con Él en los diversos lugares: en la Palabra, en la Eucaristía, en los sacramentos, en el hermano necesitado, en el encuentro con los hermanos en la fe.

¡Adviento es un tiempo para soltar lastres!

Dios te bendiga.


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