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Adviento es también poner "la casa en orden"

El domingo pasado reflexionábamos sobre la figura de Juan Bautista quien debía preparar el pueblo de Israel para la llegada del Señor. Y decíamos que era un llamado a hacer un examen de conciencia, para identificar las cosas que son un obstáculo para que podamos encontrarnos con Cristo Jesús.

Hoy avanzamos un paso más: adviento es poner la casa en orden. No me refiero a arreglar físicamente nuestra morada, cosa que suele hacerse en estos tiempos decembrinos. Me refiero a la casa de nuestra alma.

En el Evangelio de nuestra Santa Misa de hoy (Lc 3,10-18), muchos se acercaban a Juan Bautista y su mensaje de conversión tocaba corazones. Algunos le preguntaban qué debían hacer y la respuesta era sencilla: haz lo que debes hacer y no actúes mal.

Los seres humanos del siglo XXI somos complejos pues hemos dejado que otros valores (que no son importantes) y antivalores adquieran relevancia en el día a día. Se trata de eliminar lo que no es importante y rectificar. A las fuerzas del orden, Juan les decía: no extorsionen ni se aprovechen de la gente con denuncias falsas. A los cobradores de impuestos: no cobren de más. Y a todos: compartan con el necesitado. No se trata de hacer cosas extraordinarias, sino hacer bien y correctamente lo que debo hacer.

Se trata de poner el criterio de Cristo al centro de nuestra vida. Y volver a poner orden en el corazón: lo más importante es lo que nos pide Jesucristo, lo demás es accesorio o viene en segundo lugar. Entonces, se trata de poner nuestra casa (nuestra vida) en orden: deshacerme de todo lo que significa un obstáculo para que yo pueda ser un buen discípulo de Cristo Jesús.

Aprovecha este tiempo, y pon a Cristo en el centro. Y en función de eso, ¡a poner la casa de nuestra alma en orden!

¡Dios te bendiga!

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