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El rey y el juicio final

 

Las dos figuras que las lecturas de la Misa nos presentan son perfectamente familiares: el Pastor y el Rey. El Pastor, quien cuida y guía las ovejas, es el título que Dios se había apropiado desde el Antiguo Testamento. Yahveh es quien cuida y guía al Pueblo de Israel.

El título de Rey, en la Biblia, se le reserva por excelencia a Dios. De hecho, cuando el Pueblo de Israel entra en la tierra prometida no tienen un rey, porque Yahveh es el rey de Israel. Cuando el Pueblo de Israel pide un rey a Samuel, el profeta de Yahveh se llena de indignación porque lo ve como una rebeldía contra Dios (1Sam 8,6).

En la época de Nuestro Señor, el rey estaba devaluado. Había un rey en Israel, pero quienes mandaban en realidad eran los romanos. No obstante, los Apóstoles no dudan en usar el título de rey para referirse a Nuestro Señor Jesucristo, llegando a llamarlo “Rey de reyes y Señor de señores” (Apoc. 17, 14; 19,16; 1Tim 6, 15).

También las lecturas de la Misa quieren poner de relieve el juicio del Señor sobre los hombres: “En cuanto a ti, rebaño mío, he aquí que yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carneros y machos cabríos” (Ez 34, 17). Todavía hoy los pastores, al guardar su rebaño, no guardan juntos las ovejas y las cabras. Los ponen en sitios separados. Y no lo dudes, habrá un juicio.

Del pasaje del Evangelio hay algunos detalles que te invito a considerar:

1) Uno de los aspectos sobre los que versará el juicio es el amor al prójimo. Si detallas bien, el Señor premia o castiga según si pusieron en práctica o no las obras de misericordia: estuve hambriento, sediento, forastero o desnudo, enfermo o encarcelado… y SÍ o NO me asistieron.

2) Jesús está en cada necesitado. Es claro el mensaje: “lo hicieron conmigo”. San Juan Pablo II, Benedicto XVI y el Papa Francisco lo han repetido muchas veces: un lugar de encuentro con Jesús es el hermano necesitado. Por eso, el bien o el mal que hagamos a los demás, es el bien o el mal que hacemos a Jesús.

3) El cielo lo creó Dios para nosotros los hombres. Así lo leemos claramente en el Evangelio: “Vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo” (Mt 25, 34). Dios, al crearnos, pensó en nuestra felicidad eterna.

4) En cambio, el infierno, lo hizo Dios para el demonio y sus ángeles: “Apártense de mí, malditos; vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles” (Mt 25, 41). Dios jamás predestinó hombre alguno a la condenación eterna. Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1Tim 2,4).

Hay un detallito no menos importante: Jesús se da a sí mismo el título de Rey. El reinado de Dios –de Jesús– será eficaz plenamente al final de los tiempos. Pero tenemos una misión que cumplir: hacer que el reinado de Jesús sea efectivo desde ya en mí, en mis familiares y amigos, en todo lo que hago.

¡Que Jesús, el Rey de Reyes y Señor de Señores, te bendiga hoy y siempre!

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