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Dejar atrás las apariencias y las excusas

El próximo domingo celebraremos la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, que marca el final del año litúrgico y nos recuerda, además, el fin del mundo. El domingo previo, la Iglesia nos propone una serie de imágenes.

En la primera lectura de nuestra Misa escuchamos una reflexión del sabio que debe ser leída dentro de la cultura israelita donde predominaba la figura del varón: una mujer virtuosa es mucho mas valiosa que cualquier tesoro porque “Son engañosos los encantos y vana la hermosura”. Las apariencias son absolutamente pasajeras por definición: solo es el aspecto exterior que no dice nada de lo que hay en realidad.

La reflexión lógica para nosotros, mirando sea el fin del mundo que el fin de nuestra vida, es que la apariencia es la cosa más inútil. Es mejor ser que solo parecer. Es mejor ser una buena persona que solo parecer una buena persona. Es mejor ser un buen creyente que solo aparentarlo.

Por otra parte, en el Evangelio de nuestra Misa de hoy escuchamos la parábola de los talentos. El talento significa algo de mucho valor: era una medida de cuentas que se usaba en la antigüedad. Su valor variaba según la nación. El de menor valor correspondía a 25 kg. de oro o plata.

El Señor dice que el Reino de los cielos se parece a un potentado que dejó su riqueza a sus siervos mientras se ausentaba. Sin duda alguna, se refiere a nosotros que hemos recibido el mensaje de salvación y hemos recibido una misión en nuestra vida (algunos de mayor envergadura que otros) mientras Jesús vuelve por segunda vez.

En la parábola, el potentado recrimina la actitud del que recibió un talento (que no era poca cosa) porque no fue diligente y no puso a producir lo recibido. Ese siervo fue perezoso y se escudó en una serie de excusas que referían, además, no a su condición sino al de su señor: eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. El señor le responde recriminando su actitud: Siervo malo y perezoso… ¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco para que, a mi regreso, lo recibiera yo con intereses?

Las personas que rechazan la conversión y el seguimiento a Cristo normalmente se escudan en excusas que refieren a posibles defectos de otros o a errores de las personas de la Iglesia, pero, no a su propio criterio o actitud. Se resisten poniendo excusas de cualquier índole: no creo porque Fulano ha hecho esto o Mengano no hizo lo otro. No participo porque hay cosas “más importantes”… Cuando en realidad deberían responder a Cristo y a su propuesta de vida.

Algún día nos encontraremos con Cristo Jesús. Las apariencias de este mundo no nos servirán. Las excusas para no aceptar y vivir su mensaje no valdrán nada.

Hoy la Iglesia nos quiere hacer la invitación a no vivir para la apariencia y dejemos las excusas para no vivir el mensaje de salvación y cumplir la misión que el Señor nos ha encomendado.

Dios te bendiga.


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