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El inicio de los últimos tiempos


Hoy nos unimos a toda la Iglesia en la celebración de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María. La Iglesia, desde siempre, ha creído que el Señor, en atención a que María sería la Madre de Jesús, la libró de cualquier mancha de pecado original desde el mismo momento de su concepción. Ese momento marca el inicio de los últimos tiempos.
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Una de las advocaciones marianas más antiguas y ha sido una expresión de que el pueblo cristiano ha creído que Dios Padre Todopoderoso concedió el privilegio a María de verse libre de toda mancha de pecado original.
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En la primera lectura de la Santa Misa escuchamos el relato del pecado original, pero también escuchamos la promesa del Salvador (Gen 3, 9 – 15. 20): La descendencia de la mujer, Jesús, pisará la cabeza de la serpiente, el demonio. La victoria de Cristo había sido ya anunciada y se menciona específicamente como descendencia de la mujer.
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En el Evangelio (Lc 1, 26 – 38) escuchamos el relato de la Anunciación del Ángel Gabriel y la Encarnación del Hijo de Dios. El ángel la llama “llena de gracia”, plena del favor y del amor de Dios. Sin duda alguna, María tiene un papel relevante en la historia de la salvación.
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Es una fiesta hermosa, pero no debemos perder el sentido: Toda la historia de la salvación gira en torno a Jesucristo. Jesucristo es el cumplimiento de la promesa, María se vio libre de la mancha de pecado original por los méritos de Cristo Jesús, María acompaña a Jesús a lo largo de su vida y también nos acompaña desde el inicio de la vida de la Iglesia.
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Como María, estamos llamados a encontrar el sentido de nuestra vida en Cristo Jesús. Jesús es la razón de ser de nuestra de vida de creyentes. Sin el Señor Jesús nuestra vida religiosa estaría vacía y carente de significado.
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¡Ave María Purísima, sin pecado original concebida!

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