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¡Somos mensajeros de la paz!


Hay muchísimas cosas que debemos considerar en este pasaje del Evangelio que Dios y la Iglesia nos proponen para este domingo. Así que lo haré en forma de tips, que sirvan de pista de despegue para tu meditación personal:

Nunca vamos a ser suficientes para anunciar el Evangelio: por eso Jesús nos invita a que pidamos al dueño de la mies que envíe trabajadores. Siempre hemos de pedir para que seamos más lo que anunciamos a Cristo Jesús. Principalmente, sacerdotes, pero también que el Señor Jesús suscite laicos que se animen a llevar el mensaje a territorios de misión y a nuestra Iglesia.

La eficacia del anuncio del mensaje no está en lo que tengamos, sino en la fe y la confianza en Jesús: por eso el Señor pide a los discípulos que no lleven prácticamente nada. No son las previsiones materiales la que dan la eficacia del anuncio. Hay que quitarse de encima el gran peso de creer que porque carecemos de medios materiales o no tenemos alcance en los medios digitales. ¡No! ¡No es así! Anunciamos a Jesús con unción, con la confianza de saber que estamos con Cristo!

El mensaje es para todos: para los que quieran escuchar y para los que no. No debe intimidarnos el hecho de que alguien quiera persistir en su actitud en contra de Cristo o que nos critiquen injustamente. Hagámosle llegar el mensaje igualmente. Sacudámonos de todo lo que nos pueda afectar emocionalmente, y anunciemos el mensaje de parte de Cristo.

El motivo de nuestra alegría personal: al cumplir la Voluntad de Cristo nuestros nombres “están inscritos en el cielo”. Eso debe ser suficiente para animarnos a seguir adelante.

Nuestra paz: La paz en la tranquilidad que regala el orden. En el orden social, la paz es la consecuencia de la justicia (dar a cada quien lo que le corresponde) y del orden moral, es decir, de vivir conforme con lo que Jesús nos ha enseñado. En el orden personal, la paz es fruto del Espíritu Santo: cuando nos dejamos guiar por Él y hacemos de Cristo Jesús el centro de nuestra vida, entonces el alma siente un gozo especial.

Esa paz se puede ver perturbada por nuestras emociones, pero no depende de ellas. No debemos dejar que situaciones personales o acciones de otros nos roben lo que nos regala el Espíritu Santo. En esas ocasiones debemos sobreponernos y volvernos a Jesús en quien descansa toda nuestra confianza.

La paz, sin Cristo Jesús, no es posible: Jesús es nuestra paz (Ef 2, 14) El deseo de paz que escuchamos en el Evangelio de hoy es una bendición: que Jesús esté contigo.

¡Jesús, nuestra paz, esté contigo y tu familia!

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