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¡Escúchenlo!


El pasaje del Evangelio de nuestra Misa de hoy es conocido como la Transfiguración del Señor. Se encuentra también en los evangelios de Mateo y Marcos.

Reparando en los detalles, Jesús y sus apóstoles suben al monte a orar. Se separan de lo ordinario para encontrar las circunstancias ideales para ese momento especial de encuentro con el Señor. Es en la oración donde tienen la visión: Jesús con el autor de la ley y el profeta más destacado del Antiguo Testamento. El simbolismo es elocuente: la ley y los profetas anunciaban a Cristo Jesús.

Tras un momento de contemplación, los Apóstoles perciben una voz de Dios Padre: «Éste es mi Hijo, el escogido, escúchenlo.» Unas pocas palabras con unos mensajes muy grandes.

El primer mensaje es Jesús mismo. La voz nos indica que Jesús es el Hijo de Dios, Dios mismo que se ha hecho hombre por nosotros. Es una señal de cercanía de Dios con los hombres, con cada hombre. San Pablo decía que en Jesús está la plenitud de la divinidad (Col 1, 19)

El punto neurálgico de nuestra existencia como cristianos es la aceptación de Jesucristo, de su persona, de su historia, de su mensaje, del nuevo significado que da a nuestra vida. Sin eso, la vida cristiana no tiene ningún tipo de significado. Se convertiría en una especie de vida buena, pero nada más. De allí a la indiferencia solo hay un paso porque no hay una implicación de nuestra vida en el seguimiento a Cristo.

La sabiduría de Dios no conoce límites (Sal 147, 5). Jamás nos alcanzará la vida para conocer la profundidad y la totalidad del mensaje de Cristo Jesús. Siempre encontraremos cosas nuevas. Una señal de que un “cristiano” se aparta de Cristo o de la vida de la comunidad de fe con el pretexto de que “ya lo sabe todo”, ha renegado de su condición de creyente.

La Iglesia en los últimos años ha propuesto a todos los cristianos (sacerdotes, religiosos, laicos) la vivencia de la figura del discípulo: Todos somos discípulos. La actitud principal del discípulo es la escucha del Maestro. Dios Padre hoy nos indica y nos urge: «Éste es mi Hijo, el escogido, escúchenlo

La escucha implica no solo prestar atención sino hacer el esfuerzo por comprender el contenido del mensaje. Solo así podremos vivir con mayor plenitud la vida que Cristo nos propone. Somos discípulos de Cristo. Escuchemos a Jesús.

¡Dios te bendiga!

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