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Habla el Maestro


Las lecturas de la Misa de este domingo son de una belleza única. Podríamos hacer múltiples reflexiones, pero esa es una tarea personal. Sin embargo te dejo una para tu provecho.

La primera lectura nos deja muy en claro que la fidelidad a Jesús es una decisión personal insustituible: Si tú lo quieres, puedes guardar los mandamientos; permanecer fiel a ellos es cosa tuya. Y, como respondimos en el Salmo, será Dichoso el que cumple la voluntad del Señor. Debe ser una súplica constante la oración que escuchamos en el Salmo: Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes y yo lo seguiré con cuidado. Enséñame a cumplir tu voluntad y guardarla de todo corazón.

En el Evangelio, el Maestro nos enseña cómo cumplir a cabalidad la Voluntad del Señor. En primer término no se trata de un simple cumplimiento externo sino que se ha de alejar de la mente y del corazón cualquier pensamiento o deseo que pueda conducirnos al pecado. Esa es la razón por la cual el Maestro nos enseña que enojarse, insultar o despreciar a alguien es una forma de desobedecer el mandamiento “no matarás”. De igual manera alimentar la mente y el corazón con pensamientos y deseos impuros, es decir, relativos al ejercicio de la sexualidad, es una forma de cometer actos impuros.

En segundo término el Maestro nos enseña que nosotros, sus discípulos, debemos tener una enemistad radical con el pecado. Para que entendamos esa enemistad, el Maestro recurre a una imagen exagerada: Por eso, si tu ojo derecho es para ti ocasión de pecado, arráncatelo y tíralo lejos, porque más te vale perder una parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al lugar de castigo. Y si tu mano derecha es para ti ocasión de pecado, córtatela y arrójala lejos de ti, porque más te vale perder una parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al lugar de castigo. Hay que tener claro, sobre todo por aquellos que quieren interpretar estrictamente la Palabra o quienes quieren denigrarla por absurda: no se trata de una acción literal, sino de una imagen de la que se sirve el Señor para indicarnos que no debemos coquetear con el pecado, sino que hemos de alejarnos de eso.

Finalmente el Maestro nos enseña lo importante que es ser sincero, auténtico y honesto. Estas cualidades, más que un adorno, deben ser la credencial de todo cristiano. Si alguno de nosotros necesita ofrecer garantías (promesas, juramentos, recurrir a testimonios de otras personas) es una señal inequívoca de que nuestra conducta no ha sido sincera, autentica y honesta: Digan simplemente sí, cuando es sí; y no, cuando es no. Lo que se diga de más, viene del maligno.

El Maestro ha hablado: Si tú lo quieres, puedes guardar los mandamientos; permanecer fiel a ellos es cosa tuya. Contamos con Jesús. Con Él, ¡sí podemos!

¡Jesús nos bendiga!

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