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Un camino seguro para felicidad


El concepto de felicidad que tiene el mundo no es el mismo que nos quiere transmitir el Señor Jesús. Son muy diferentes.

Para el mundo la felicidad se resume en el tener y en el placer. Mientras más tienes y más gozas, eres feliz. Más que felicidad es hedonismo. Teóricamente podría resultar verdadero, pero en la práctica no lo es.

De hecho, las personas que se vuelcan a los bienes materiales o a los placeres mundanos, entran en un remolino que se los terminará tragando. Una vez que se entregan no caen en la cuenta que poco a poco necesitarán más y al mismo tiempo se vuelven esclavos de ellos. Pasa el tiempo y el organismo no les rinde, entonces, intentan redirigir sus vidas por otros derroteros, terminando en una vida llena de amargura.

Esa es el motivo por el que podremos encontrar personas que después de vivir una vida mundana, terminan tristes y amargados porque no pueden hacer lo que desean hacer.

Nunca van a reconocer que ahí no estaba la felicidad.

Jesús nos propone un camino diferente. La felicidad no es entonces un estado de ánimo, sino una actitud perenne en la vida del creyente, basada en la fe en Cristo, en la esperanza en Cristo y en el amor a Cristo y a los hermanos. Así, ante la lógica del mundo, Jesús nos dice:

Si quieres ser feliz, entonces vive con espíritu desprendido, no dependas de los bienes materiales: Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.

No te angusties porque las cosas no te salen bien o no encuentras una salida inmediata: Dichosos los que lloran, porque serán consolados.

Ante el dolor o la enfermedad, pon tu confianza en Jesús el Señor: Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra.

La búsqueda de la santidad, de vivir momentos junto al Señor, es nuestro ideal. El tiempo que dediques al Señor tendrá su premio: Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.

El amor al prójimo, ideal de vida los cristianos, escándalo para los poderosos. La misericordia es amor en acción: Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.

El orgullo, la soberbia, el creernos perfectos, nos hace cerrar las puertas del corazón a Dios, nuestro Padre. Es tener el corazón manchado, y solo podemos limpiarlo con la cercanía a Jesucristo: Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios.

La soberbia de los hombres es el principal obstáculo para que exista la paz en los pueblos. Nosotros confesamos a Cristo que es nuestra paz: Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les  llamará hijos de Dios.

Seguir a Cristo Jesús, la búsqueda de la santidad tiene enemigos, a veces en los más cercanos. Hoy en el mundo existe la persecución abierta y la silenciosa: Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.

Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos.

Estamos invitados a recorrer ese camino con Jesús, y alcanzar la verdadera felicidad.

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