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En la Solemnidad de la Epifanía

1. Los Magos llegaron a Jerusalén buscando al Dios Rey. Fueron donde, lógicamente, buscarían a un rey: en el palacio. De que buscaban a un Dios rey no cabe duda: preguntaron por el rey de los judíos que había nacido –por lo tanto es rey– y vienen con regalos a adorarlo –acto que corresponde solo para Dios–. Buscaban pues al Dios Rey.

2. Todos en Jerusalén recibieron la noticia, incluidos Herodes, los Sumos Sacerdotes y los escribas del pueblo. Todos buscaron en la Biblia donde debía nacer el Mesías: en Belén de Judá. Sin embargo, ninguno de ellos se movió de Jerusalén. Ninguno de ellos se empató en la búsqueda de los Magos. Su actitud no cambió. Su interés no estaba en buscar al Mesías. Herodes estaba apegado a su poder político, los Sumos Sacerdotes quién sabe a qué cosa, y los escribas en sus negocios. Estaban en donde estaba su corazón. Hoy pasa igual. Piénsalo un poco y te darás cuenta.

3. Puede ocurrir que los que seguimos a Jesús no veamos las cosas con claridad meridiana. A veces perdemos de vista cuál es la Voluntad de Dios en un determinado momento. A los Magos les pasó. Cuando salieron de Jerusalén y se pusieron en marcha hacia Belén no veían la estrella. Igual se pusieron en camino. Luego la vieron.

En la vida del cristiano católico creyente pasa a veces que no vemos todo claro, nos sentimos olvidados de Dios, de Cristo, pareciera que ya nada es igual o que nada tiene sentido. Es allí donde debemos mantenernos firmes en la voluntad inicial de seguir a Cristo Jesús. Ya después veremos la “estrella”. No dejemos que la contrariedad o el desaliento nos aparten del camino. Pongámonos en marcha, ya Jesús nos mostrará su estrella que nos guía hacia Él.

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