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Andar por la vida llevando un morral de piedras



a) Los bienes materiales no son malos.
Algo que debería tener muy en claro cualquier cristiano es que los bienes materiales no son malos. De hecho, se llaman “bienes”. Nuestra condición material hace que necesitemos de ellos: sin ellos no podemos vivir. Cuando alguien carece de ellos es un mal que cada uno de nosotros está llamado a remediar, como nos enseña Jesús en el capítulo 25 de San Mateo.

b) La actitud hacia ellos marca la diferencia
Un cuchillo afilado es una herramienta maravillosa en manos de un cocinero y un arma perniciosa en manos de un criminal. El cuchillo no es bueno ni malo, la maldad o la bondad radica en el ser humano. Es la actitud del ser humano lo que marca la diferencia.
Todos necesitamos bienes materiales (desde un techo que nos cobije hasta alimento para comer) pero es nuestra actitud hacia ellos lo que establece si somos malos (avaros, codiciosos, caprichosos o viciosos) o si somos buenos (desprendidos, generosos, solidarios o modestos). Hay una diferencia entre usar los bienes porque lo necesitamos que desvivirse por tener bienes, o cuidar demasiado la apariencia externa.
No tener esto claro puede traer como consecuencia de vivir intranquilos por cosas que no necesitamos, o vivir ansiosos por agradar a gente que no nos importa, o gastar lo que no tenemos en cosas que no necesitamos. Vivir así es como andar por la vida llevando un morral de piedras.

c) Sabiduría. Caminar según Jesús, caminar con Jesús.
Hay una conducta constante en aquel que no quiere reconocer su error: busca excusas y trata de echar la culpa a otros. Eso es un signo de soberbia. La humildad, virtud de todo cristiano, nace de la sabiduría. La sabiduría, don del Espíritu Santo, no consiste en “saber”, sino en “saborear”, es decir, encontrar gozo y paz en Jesús que es el Camino, la Verdad y la Vida. El cristiano se alegra cuando sabe que vive según Jesús; el cristiano siente paz cuando encuentra la verdad que lo hace libre; el cristiano goza cuando sabe que en su vida está la misma vida de Jesús.
No se trata de crear disyuntivas: o Jesús o la familia. ¡No!. Se trata de seguir a Jesús y desde Él poner todas las cosas desde su justa perspectiva: cada cosa en su lugar. Primero Jesús y su camino de salvación. Y, en ese camino de salvación, encuentran su justo espacio la familia y los bienes materiales.
La sabiduría no elimina la inteligencia humana. El Señor nos ha dado nuestras facultades para que las usemos. Nuestra inteligencia, iluminada por la Palabra, nos dará luces sobre las diversas situaciones. Ya quedará de parte nuestra seguir los dictámenes de la inteligencia o no.

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