Ir al contenido principal

La grandeza está en el servicio



En el Evangelio de nuestra Misa hemos escuchado un hecho que casi causa indignación: dos hermanos, Apóstoles, piden a Jesús que cuando se instaure su Reino ellos estén a su lado. Jesús le dice que hay una condición: hay que pasar por muchos sufrimientos. Ellos dicen que están dispuestos. Jesús le dice después: “eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo”.
Los demás Apóstoles se indignaron. Por lo visto la razón de su molestia no estaba en que ellos pidieran un puesto privilegiado, sino que quisieran ponerse por encima de los demás. Y aquí, Jesús muestra por qué lleva el título de Maestro.
La grandeza no está en ocupar un puesto de “poder”, sino en servir a los demás: “Ya saben que los jefes de las naciones las gobiernan como si fueran sus dueños y los poderosos las oprimen. Pero no debe ser así entre ustedes. Al contrario: el que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor, y el que quiera ser el primero, que sea el esclavo de todos, así como el Hijo del hombre, que no ha venido a que lo sirvan, sino a servir y a dar su vida por la redención de todos”.
El servicio que pide Cristo no es humillación. El servicio es una forma de amor que busca el bien del otro, pero eso no significa humillarse y recibir maltratos. El servicio se manifiesta, en primer término, en el cumplimiento de nuestro trabajo y nuestra condición: en la medida en que cada quien haga bien su trabajo, presta ya un gran servicio. Del mismo modo, cuando cada quien vive su condición (hijo, padre, madre, esposo o esposa, sacerdote) presta ya un servicio. Cuando se apartan de esa condición, se comete una injusticia que introduce un desorden en la comunidad.
Además, en condiciones especiales, el servicio llega a situaciones especiales: actividades extraordinarias para un servicio a los demás. Así, por ejemplo, ayudar a una persona en necesidad, o atender un enfermo o acompañar a alguien en necesidad.
No lo olvidemos: Dios sirve a todos, pero no se humilla ante nadie. Que Dios te bendiga.

Comentarios

Entradas populares de este blog

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46)

1) Composición de lugar             El Señor está consciente de que su hora de morir ha llegado. 2) Confianza y abandono La oración de Jesús, en este momento de sufrimiento —« Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu »— es un fuerte grito de confianza extrema y total en Dios. Esta oración expresa la plena consciencia de no haber sido abandonado.

¿Qué nos enseña el pasaje de la resurrección de Lázaro?

1) Lo que esperamos obtener de Dios no siempre es lo mejor para nuestra vida . Más de una vez nos habremos dirigido al Señor pidiéndole algo seguramente importante. Y más de una vez el Señor no nos concedió lo que le pedimos. Sin embargo, no nos debe quedar la menor duda de que lo que ocurrió redundará siempre en nuestro bien, aunque en el momento no lo entendamos o no lo veamos con claridad. Marta y María le mandan a avisar a Jesús que Lázaro está muy mal. Jesús no responde inmediatamente. Finalmente, Lázaro fallece. Cuando Jesús se hace presente, Marta le dice: “Si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano”. Marta esperaba que el Señor sanase a su hermano, pero no imaginó nunca que fue lo mejor que pudo pasar, porque con ello dio una muestra fuerte de su poder y su hermano volvió a la vida. 2) La verdadera vida está en Jesucristo . Hoy el término “vida” está relacionado más con el desorden y el placer. Y eso no es vida. La verdadera vida es la comunión de vida y a

¿Cómo actúa el Espíritu Santo en nosotros y en la Iglesia?

Es una pregunta interesante. No responderla implica el repetir hasta la saciedad que el Espíritu Santo actúa en nosotros y no tener idea de qué estamos hablando. Básicamente, el Espíritu Santo actúa ordinariamente de dos modos. Primero : El Espíritu Santo nos concede la misma vida de Dios. En los sacramentos, nosotros recibimos la gracia santificante. Esto quiere decir que recibimos la condición de hijos de Dios en el bautismo y, mientras tengamos la intensión de vivir según la Voluntad de Dios (eso es vivir en santidad) conservaremos esa amistad con Dios. Si por debilidad, descuido, pereza o maldad perdemos la gracia de Dios, el Espíritu Santo nos concede el perdón por el sacramento de la confesión. El Espíritu Santo hace posible nuestra vinculación con la familia de los hijos de Dios. Segundo : Con sus dones. En la tradición bíblica y en la tradición cristiana católica se identifican siete dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, pieda