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Sin parches de agua caliente

La profundidad de las lecturas de este domingo es especial. Se convierten en la antesala perfecta para el tiempo de la Cuaresma.

Hay en el pueblo venezolano una costumbre poco saludable de “salir del paso”, también conocida como la cultura del parche. Esta consiste en la actitud de desinterés por hallar el fondo del problema sino conformarse con eliminar superficialmente el efecto, normalmente con un parche o algo similar, y con eso posponen la solución del problema.

Forma parte de esta cultura también la actitud de sacarle el máximo provecho a una única acción. Sirva de ejemplo la conducta de los adultos o de los niños de sacar a relucir un favor que hicieron hace meses o años atrás para conseguir un favor hoy, omitiendo deliberadamente todos los favores recibidos en esos meses o años.

Es triste y lamentable pero esta misma cultura y actitud se han trasladado a la vida cristiana.

No es difícil encontrar a personas que se conforman con asistir a misa dos o tres veces al año, o personas que dicen que no tienen necesidad de confesarse porque no matan ni roban; otras a las que les pareciera que los sacramentos les dan cólicos: al referirse al bautismo, primera comunión o confirmación dicen: “ya salí de eso”.
Cada vez es más común el que personas se acerquen a la Iglesia para pedir agua bendita, o se dirigen a los brujos o santeros para pedir “una protección” porque no se sienten tranquilos, “ven cosas” o simplemente “sienten la casa pesada”.

La conversación con esas personas podría discurrir de la siguiente manera: –¿Vas a Misa los domingos? –No “me pelo” un Miércoles Santo – ¿Rezas todos los días? –Tengo en mi casa unos santos y les prendo una vela – ¿Lees la Biblia? –La tengo en mi casa, abierta en el Salmo 23 para que no entren los ladrones – ¿Sabes quién es Jesucristo? – El Nazareno – ¿Cumples los mandamientos? –No mato ni robo – ¿Y los otros ocho? –Mmmm – ¿Y llevas a la práctica lo que nos enseña Jesús? –Mmmm.

Este tipo de personas, en realidad, no tienen fe. La fe es una adhesión personal del hombre a Jesús. El discípulo de Cristo no debe solo guardarla y alimentarla, sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla. Sin eso, no somos discípulos de Cristo: “Al que se ponga de mi parte ante los hombres, yo me pondré de su parte ante mi Padre de los Cielos. Y al que me niegue ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los Cielos” (Mt. 10,32-33). En realidad, esas personas viven alejadas de Dios, sienten las consecuencias de ellos pero no quieren aceptar que para mejorar deben cambiar de vida. Prefieren encontrar algo para salir del paso: un parche de agua caliente.

Teniendo esto claro, podremos releer el pasaje del Evangelio de hoy y entender perfectamente estas palabras del Maestro: “No todo el que me diga ‘¡Señor, Señor!’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre, que está en los cielos”.

La mejor bendición y la mejor protección la tendremos en el cumplimiento fiel de la voluntad del Maestro. Esa es la razón por la que llevar amuletos y “protecciones” son un pecado grave: es negar la Omnipotencia Divina. Ten siempre presente las palabras que escuchamos hoy en la primera lectura: “Pongan en su corazón y en sus almas estas palabras mías; átenlas a su mano como una señal, llévenlas como un signo sobre la frente. Miren: He aquí que yo pongo hoy delante de ustedes la bendición y la maldición. La bendición, si obedecen los mandamientos del Señor, su Dios, que yo les promulgo hoy; la maldición, si no obedecen los mandamientos del Señor, su Dios, y se apartan del camino que les señalo hoy, para ir en pos de otros dioses que ustedes no conocen. Así pues, esfuércense en cumplir todos los mandamientos y decretos que hoy promulgo ante ustedes”.

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