Ir al contenido principal

No importa lo que hayas hecho

Es triste percatarse cómo se ha ido diluyendo el mensaje de Cristo Jesús en los católicos de nuestra época. Hoy, la gente, haciéndole coro al demonio, se burla de la gente que asiste a la Iglesia. Hacen afirmaciones tales como “¿qué va a hacer ese diablo en la Iglesia?” o “¿para qué vas a la Iglesia si eres tremendo pecador?” u otras frases por el estilo. Esas personas ignoran el atributo principal de Dios: Dios es amor (1Jn 4,8).

En la primera lectura de la Misa escuchamos una hermosa oración que hace el autor del libro de la Sabiduría donde canta las maravillas que Dios ha hecho y el amor de Dios por los hombres, siempre dispuesto al perdón. Es una oración que vale la pena la recitemos con frecuencia.

Muy por el contrario de lo que piensan esas personas, no es necesario ser un santo para ir a la Iglesia. Lo único necesario es ser humilde, y tener la intención de poner nuestro mejor esfuerzo por amar a Dios Nuestro Señor cumpliendo sus mandamientos. La actitud de estas personas es similar a la de los judíos de la época del Señor que le criticaron porque estaba entrando en la casa de un pecador.

Estas personas que critican desconocen la misión del Señor. Jesús no ha venido a buscar a los santos sino a los pecadores, o como lo dice hoy el Señor en el Evangelio de la Misa: “el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido”.

Esas personas que le hacen coro al demonio no conocen el poder del perdón divino. Si estamos arrepentidos y queremos cambiar, a Jesús no le importa lo que hayamos hecho en el pasado. Más aun en ocasiones Jesús mismo sale al encuentro del pecador porque El no hace distinciones. Así en el Evangelio de hoy Jesús busca a Zaqueo. Este personaje era famoso por ser un corrupto y usurero. Eso no fue un obstáculo para que Jesús saliera a su encuentro y le dijera: “Zaqueo, bájate pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa”.

Si el Señor hubiese hecho caso a las lenguas de la gente, no se hubiese acercado a Zaqueo, Zaqueo tampoco hubiese tenido un encuentro con Jesús ni tampoco se hubiese dado su conversión. La gente de la época ignoraba que Zaqueo también él es hijo de Abraham.

No cometamos nosotros el mismo error. No ignoremos el amor de Dios y el poder del perdón divino, no le hagamos coro al demonio y sobretodo no nos cerremos a la salvación de Dios.

Dios te bendiga.

Comentarios

Entradas populares de este blog

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46)

1) Composición de lugar             El Señor está consciente de que su hora de morir ha llegado. 2) Confianza y abandono La oración de Jesús, en este momento de sufrimiento —« Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu »— es un fuerte grito de confianza extrema y total en Dios. Esta oración expresa la plena consciencia de no haber sido abandonado.

¿Qué nos enseña el pasaje de la resurrección de Lázaro?

1) Lo que esperamos obtener de Dios no siempre es lo mejor para nuestra vida . Más de una vez nos habremos dirigido al Señor pidiéndole algo seguramente importante. Y más de una vez el Señor no nos concedió lo que le pedimos. Sin embargo, no nos debe quedar la menor duda de que lo que ocurrió redundará siempre en nuestro bien, aunque en el momento no lo entendamos o no lo veamos con claridad. Marta y María le mandan a avisar a Jesús que Lázaro está muy mal. Jesús no responde inmediatamente. Finalmente, Lázaro fallece. Cuando Jesús se hace presente, Marta le dice: “Si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano”. Marta esperaba que el Señor sanase a su hermano, pero no imaginó nunca que fue lo mejor que pudo pasar, porque con ello dio una muestra fuerte de su poder y su hermano volvió a la vida. 2) La verdadera vida está en Jesucristo . Hoy el término “vida” está relacionado más con el desorden y el placer. Y eso no es vida. La verdadera vida es la comunión de vida y a

¿Cómo actúa el Espíritu Santo en nosotros y en la Iglesia?

Es una pregunta interesante. No responderla implica el repetir hasta la saciedad que el Espíritu Santo actúa en nosotros y no tener idea de qué estamos hablando. Básicamente, el Espíritu Santo actúa ordinariamente de dos modos. Primero : El Espíritu Santo nos concede la misma vida de Dios. En los sacramentos, nosotros recibimos la gracia santificante. Esto quiere decir que recibimos la condición de hijos de Dios en el bautismo y, mientras tengamos la intensión de vivir según la Voluntad de Dios (eso es vivir en santidad) conservaremos esa amistad con Dios. Si por debilidad, descuido, pereza o maldad perdemos la gracia de Dios, el Espíritu Santo nos concede el perdón por el sacramento de la confesión. El Espíritu Santo hace posible nuestra vinculación con la familia de los hijos de Dios. Segundo : Con sus dones. En la tradición bíblica y en la tradición cristiana católica se identifican siete dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, pieda