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¡VENGAN CONMIGO!

Hoy la Iglesia en Venezuela celebra la Ascensión del Señor a los cielos. Es una verdad de fe que profesamos cada domingo en la Santa Misa y que narran los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles.
Siempre puede surgir la pregunta: ¿Por qué este hecho es importante en nuestra vida cristiana? 

Podría escribirse una respuesta larga y razonada, pero la más completa y al mismo tiempo la más sencilla la escuchamos en el prefacio de la Santa Misa se hoy: “Porque el Señor Jesús, rey de la gloria, triunfador del pecado y de la muerte, ante la admiración de los ángeles, ascendió hoy a lo más alto de los cielos, como mediador entre Dios y los hombres, juez del mundo y Señor de los espíritus celestiales. No se fue para alejarse de nuestra pequeñez, sino para que pusiéramos nuestra esperanza en llegar, como miembros suyos, a donde Él, nuestra cabeza y principio, nos ha precedido”.

Jesús se comporta en nuestra vida como aquella persona a la que acudimos cuando estamos extraviados y le preguntamos: “¿Me puede indicar cómo llegamos a la felicidad plena?” Y él nos responde: “¡Vengan conmigo!”.

Subir al cielo indica que su misión en la tierra ha culminado y el estar sentado a la derecha del Padre es la afirmación de su reinado sobre el mundo que se hará pleno al final de los tiempos.

En cualquier caso, Él se ha ido para prepararnos un lugar: «No se turben; crean en Dios y crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. De no ser así, no les habría dicho que voy a prepararles un lugar. Y después de ir y prepararles un lugar, volveré para tomarlos conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes. Para ir a donde yo voy, ustedes ya conocen el camino» (Jn 14, 1-4)

Su posición privilegiada –estar sentado a la derecha del Padre– nos indica que tenemos al intercesor más poderoso ante el Padre: Nuestro Hermano Jesucristo. a Él podemos acudir con confianza porque “Jesús, en cambio, permanece para siempre y no se le quitará el sacerdocio. Por eso es capaz de salvar de una vez a los que por su medio se acercan a Dios. El sigue viviendo e intercediendo en favor de ellos. Así había de ser nuestro sumo sacerdote: santo, sin ningún defecto ni pecado, apartado del mundo de los pecadores y elevado por encima de los cielos” (Heb 7, 24-25) y a Jesús “se le dio el poder, la gloria y la realeza, y todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieron. Su poder es el poder eterno que nunca pasará; su reino no será destruido” (Dan 7, 14).

Hoy es un día para reafirmar nuestra esperanza: Si Cristo subió al cielo, yo también puedo; Cristo está la derecha del Padre para interceder por mí, por mí salvación; Cristo sube a la derecha del Padre para consolidar su Reino que será eterno, por los siglos de los siglos. Amén.

Que Dios te bendiga.

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