Adversarios por doquier...

 Este domingo, día del Señor, el Evangelio de nuestra Santa Misa (Lc 10, 1-12. 17-20) nos presenta un pasaje rico en contenidos. Y todos ellos nos sirven de reflexión.

En primer lugar, el Maestro nos invita a elevar nuestras oraciones para que nunca falten servidores –en primer lugar, sacerdotes– a su Iglesia: para que llegue a todos el don de la salvación de Cristo, la Palabra de Dios y los sacramentos de su gracia. Eso lo podemos y debemos hacer todos, siempre.

A continuación, escuchamos el relato del envío de los 72 discípulos: los envió por delante a los pueblos donde iría él después, para que anunciaran a todos que el Reino de Dios está cerca. Y el Señor dice una frase sobre la cual amerita detenerse un poco: “Yo los envío como corderos en medio de lobos”.

No es un secreto ni es algo que está oculto a los ojos de alguien. Es evidente que a diario nos vemos rodeados de personas que, más que indiferencia, manifiestan un desprecio hacia Cristo, su mensaje y su Iglesia. Incluso, puede tratarse de personas que hacen vida dentro de la comunidad parroquial. Porque adversar a Cristo no es solo gritar contra Él o blasfemar. Es apartar el corazón del creyente del corazón de Cristo.

Es más peligroso el enemigo dentro de la casa que el de fuera. Hace más daño a los creyentes el que llamándose “fiel” hace desviar el corazón de los demás seguidores de Cristo hacía la superstición o el sincretismo. El daño es aparentemente inofensivo, pero es letal: quien confía más en un amuleto o en un “ritual”, no confía en Cristo. El “fiel” que hace que una persona confíe más en una especie de creencia panteísta, ha hecho desaparecer la fe en Cristo Jesús. El “fiel” que reste sacralidad al trato con Jesucristo en la Eucaristía o en el sacramento de la Penitencia, ha destruido la espiritualidad cristiana.

Estamos como corderos en medio de lobos. Hemos de buscar la sana doctrina, la santa práctica y tener siempre el corazón puesto en Cristo Jesús. Y hemos de enseñarlo así a los demás.

El demonio no siempre se presenta con tridente y hediondo a azufre. Puede presentarse como una persona elegante o como un servidor de la parroquia. Puede presentarse como una persona común, en apariencia, buena persona. Su intensión no cambia: el Demonio tiene como razón de su existencia hacer apartar los corazones de Cristo. Y Cristo Jesús no lo esconde: Vi a Satanás caer del cielo como el rayo.

Finalmente, el Maestro nos deja una enseñanza para la vida de la Iglesia. El motivo de alegría de un fiel no es lo extraordinario: una liberación, o una sanación o una presentación en la liturgia hecha de manera extraordinaria. El motivo de alegría es tener a Cristo en el corazón y ganar la vida eterna: “no se alegren de que los demonios se les someten. Alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo”.

Que jamás apartemos nuestro corazón del Cristo Jesús.

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