siempre vamos a tener la oportunidad de cambiar
Nuestro Señor Jesucristo, como es mejor de los maestros, aprovecha todas las ocasiones posibles para enseñar. Y hoy, en el evangelio (Lc 13, 1- 9), escuchamos una de esas tanta ocasiones.
Los romanos solían de cuando en cuando realizar algún acto cruel con el objeto de infundir el miedo de los pobladores y así garantizar su obediencia. Y refieren al Señor un hecho aberrante del Procurador Poncio Pilatos: había ordenado hacer un sacrificio y mezclar la sangre con la de algunos galileos. La mentalidad de la época era que si a alguien le ocurría algún evento pernicioso, era una suerte de castigo de parte de Dios.
El Señor quiere quitar esa manera de pensar. Los accidentes ocurren. Eso no significa que sea un castigo de parte de Dios. Y el Maestro aprovecha esta circunstancia para invitar a la audiencia a la conversión. No hay que esperar a una ocasión especial para volverse a Dios de todo corazón.
Por otra parte, el Señor, sirviéndose de una parábola, hace saber a sus discípulos que Dios, como buen padre amoroso, siempre ofrece la oportunidad para cambiar. En esta ocasión, escoge la imagen de una higuera a la que un viñador ha tratado con mimo. A pesar de todos los cuidados, la higuera no ha dado los frutos esperados. Ante la decisión del dueño de talarla, el viñador intercede para dar una nueva oportunidad con la esperanza de que dé frutos.
En nuestro camino cuaresmal, hemos de purificar el corazón. El mensaje de Cristo es claro: Dios no castiga con eventos la mala conducta de los hombres, el Señor nos ofrece siempre la oportunidad de cambiar. Nunca será tarde, siempre será propicio.
Nuestro Señor nos ha dejado suficientes medios para que nosotros podamos recibir la orientación oportuna por su Palabra y sus servidores, la gracia de los sacramentos para fortalecer nuestra voluntad y la misericordia oportuna para volver a comenzar tantas veces cuantas sean necesarias. Aprovechemos esas muestras del amor de Dios por nosotros.
El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. Que su misericordia venga sobre nosotros siempre.
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