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El compromiso de vivir con una buena conciencia ante Dios

 Las lecturas de nuestra Santa Misa de hoy giran en torno a dos temas. El primero es el tema del bautismo y el compromiso que genera en quienes lo recibimos. El segundo tema tiene que ver con las tentaciones de Jesús en el desierto. Y aunque pareciera no tener relación una con la otra, en realidad, están estrechamente unidas.

En la segunda lectura tomada de la primera carta del Apóstol San Pedro (3, 18 – 22), el primer papa nos recuerda que es el poder de la resurrección de Cristo el que nos concede la salvación. Y el Señor ha querido hacernos partícipes de esa dinámica de salvación con la recepción del sacramento del bautismo. El apóstol refiere el relato del diluvio universal cuya referencia escuchamos en la primera lectura (Gen 9, 8 – 15) afirmando que era figura del bautismo. En esta ocasión, el apóstol va más allá de la simple purificación de nuestros pecados. Indica la consecuencia que debe tener en la vida de quienes hemos recibido el bautismo: El compromiso de vivir con una buena conciencia ante Dios.

Siempre el primer paso para acercarnos a la salvación que Cristo nos promete es apartarnos del mal. Y eso es esencialmente la conversión: Tener el propósito firme de evitar todo aquello que aparta nuestro corazón de Cristo Jesús. En palabras del apóstol San Pedro, es el compromiso del creyente de poner todo su esfuerzo en conducir su propia vida por el camino del bien, de tal manera que en nuestro corazón no exista malas intenciones, es decir, que tengamos una buena conciencia. Esto hará que nos presentemos delante de Dios tal cual somos: Si nos hemos portado bien, podremos alabar y bendecir su nombre; si nos hemos portado mal, entonces sabremos pedirle perdón al Señor.

El que nosotros tengamos el compromiso de vivir con una buena conciencia ante Dios no significa que ya no volveremos a pecar (¡Ojalá fuese así de sencillo!). Por nuestra condición de seres humanos estamos expuestos al mal y a las tentaciones que nacen del mundo, del demonio y de la carne. En algunas ocasiones saldremos vencedores y en otras no nos mostraremos tan fuertes y podemos ceder la tentación. No olvidemos que el demonio es un Ángel y es muy hábil. Recuerda que también el Maestro fue tentado por el demonio (Mc 1, 12 – 15).

Si hemos cedido a la tentación y hemos ofendido al Señor, ese compromiso de vivir con una buena conciencia ante Dios nos llevará, como dije antes, a pedir perdón por nuestros pecados y a reconciliarnos con Él en el sacramento de la penitencia. Y volveremos nuevamente al ruedo de la vida.

Este tiempo de Cuaresma es la ocasión propicia para recordar que un día recibimos el bautismo y hemos de tener el compromiso de vivir con una buena conciencia ante Dios. También debemos recordar que podemos ser tentados y sucumbir, pero también tendremos la fuerza de volver a Dios y reconciliarnos con Él.

Que el Señor llene de bendiciones tu vida.


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