Las lecturas de la Misa
de este domingo son de una belleza única. Podríamos hacer múltiples
reflexiones, pero esa es una tarea personal. Te dejo una para tu provecho.
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La primera lectura
nos deja muy en claro que la fidelidad a Jesús es una decisión personal insustituible:
Si quieres, guardarás los mandamientos y
permanecerás fiel a su voluntad. Y, como respondimos en el Salmo, será Dichoso el que camina en la voluntad del Señor. Debe
ser una súplica constante la oración que escuchamos en el Salmo: Muéstrame,
Señor, el camino de tus decretos, y lo seguiré puntualmente; enséñame a cumplir
tu ley y a guardarla de todo corazón.
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En el Evangelio, escuchamos la continuación del Sermón de la Montaña (Mt 5). Hoy, el
Maestro nos enseña cómo cumplir a cabalidad la Voluntad del Señor. En primer término,
no se trata de un simple cumplimiento externo sino que se ha de alejar de la
mente y del corazón cualquier pensamiento o deseo que pueda conducirnos al
pecado. Esa es la razón por la cual el Maestro nos enseña que enojarse,
insultar o despreciar a alguien es una forma de desobedecer el mandamiento “no
matarás”. De igual manera alimentar la mente y el corazón con pensamientos y
deseos impuros, es decir, relativos al ejercicio de la sexualidad, es una forma
de cometer actos impuros.
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En segundo término, el
Maestro nos enseña que nosotros, sus discípulos, debemos tener una enemistad
radical con el pecado. Para que entendamos esa enemistad, el Maestro recurre a
una imagen exagerada: Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y
tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”. Si
tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale
perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.
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Finalmente, el
Maestro nos enseña lo importante que ha de ser para el creyente el ser sincero,
auténtico y honesto. Estas cualidades, más que un adorno, deben ser la
credencial de todo cristiano. Si alguno de nosotros necesita ofrecer garantías
(promesas, juramentos, recurrir a testimonios de otras personas) es una señal
inequívoca de que nuestra conducta no ha sido sincera, auténtica y honesta: Que
vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno.
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El Maestro ha
hablado: Si quieres, guardarás los
mandamientos y permanecerás fiel a su voluntad. Contamos con Jesús,
contamos con su gracia y con la ayuda del Espíritu Santo. Con Ellos, ¡sí
podemos!
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¡Jesús nos bendiga!
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