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La verdad plena


            El mundo de hoy se mueve en un espiral de noticias, verdaderas unas, falsas otras. Y las tendencias políticas expresan de diferentes maneras la misma realidad, existe una lucha por el manejo de los medios para poder controlar la forma de las noticias y así poder manejar a la población. Y así, por ejemplo, podrán tener discutiendo a la población si un determinado jugador de futbol es mejor que otro; si es mejor una determinada ley permisiva o no; o si un determinado presentador de televisión traspasó los límites de la decencia o no. Y así, las personas pueden entrar en una vorágine de noticias, que no sabe con certeza si es verdad o no, y, además, no tiene ninguna consecuencia en su vida (salvo la de perder tiempo discutiendo esas cosas).
            Hoy la verdad es un reto, pero no la verdad noticiosa: la verdad sobre las cosas más profundas, la que dan un significado a la propia vida y la que nos permite ver el mundo desde otra perspectiva.
            En el Evangelio de nuestra Misa escuchamos esto: “Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena” (Jn 16, 12 – 13). Ya un par de versículos antes, Jesús dice que el Espíritu Santo nos enseñará la verdad sobre el pecado, sobre la santidad y sobre el juicio. Pero hay más. Tenemos toda nuestra vida para descubrirlo y por eso somos discípulos: estamos en un constante aprendizaje, a la escucha del Maestro.
            Cuando el discípulo se deja guiar por el Espíritu Santo, recibe la verdad que nos hace libres: Cristo Jesús. Y en la medida en que vamos conociendo a Jesús, lo aceptamos como nuestro salvador, aceptamos la salvación que nos ofrece, nos dejamos guiar por el Espíritu. Entonces nuestra vida adquiere un significado nuevo y leemos la realidad de manera diferente. Así lo enseña San Pablo en la lectura de hoy.
            San Pablo dice que por la fe (aceptar a Jesús y su salvación) hemos aceptado vivir en santidad y tenemos paz en nuestro trato con Dios, quien se muestra siempre dispuesto al perdón. Todo ello nos hace estar firmes en la esperanza de alcanzar la felicidad eterna, esperanza que nos lleva a ver en cada cosa la voluntad de Dios, inclusive la misma adversidad: “hasta nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce constancia, la constancia, virtud probada, la virtud, esperanza, y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rom 5, 3 – 5)
            Jesucristo, enviado del Padre, es la verdad plena que el Espíritu Santo nos revela a lo largo de nuestra vida. El tiempo que vivamos no nos alcanzará para conocer totalmente a Jesús y su mensaje: conforme lo vayamos conociendo bajo la guía del Espíritu, nuestra vida irá cambiando e iremos viendo las cosas de modo diferente.
            Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6)

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