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Una manera diferente de ver la vida


            La conversión —uno de los objetivos de la Cuaresma— implica lo que los estudiosos de la Sagrada Escritura llaman metanoia, es decir, cambio de mentalidad. La conversión o el encuentro con Cristo (¡es lo mismo!) implica una manera diferente de ver el mundo y un significado nuevo a nuestra propia vida.

            Quien ha tenido un encuentro con Jesús no puede seguir viviendo de la misma manera. Y la razón es sencilla: los valores y los intereses han cambiado. Jesús los ha cambiado.

            En la segunda lectura, tomada de la carta a los filipenses, San Pablo habla de su vida previa y se consideraba una persona perfecta e intachable, pero, después de su encuentro con Jesús (camino a Damasco) toda esa perfección la considera “basura”. La razón de considerar toda una “vida intachable” como basura es que no lo acercaba a Cristo, sino que se convertía en un obstáculo. Evidentemente, una persona que considera que todo lo hace bien y no comete errores, no busca a Cristo Jesús, se busca a sí mismo. Para los soberbios y perfeccionistas, un error supone una tortura muy grande, para un seguidor de Cristo, implica la oportunidad de conocer el perdón y el amor del Señor. Es un nuevo significado para nuestra vida.

San Pablo, después de conocer a Jesús, se deja orientar por Él y quiere que todos tengan una experiencia similar. Por eso es un apóstol.

            Ese nuevo significado para nuestra vida implica necesariamente una nueva manera de relacionarnos con lo que nos pasa a nuestro alrededor. Si no hay ese cambio, no hay conversión. Hoy el evangelio de nuestra Misa es elocuente:

            Llevan a Jesús a una mujer sorprendida siendo infiel a su esposo. La ley mosaica mandaba a lapidarla. Para poner a prueba a Jesús (no se le busca por interés sino para acabar con Él. Los tiempos no han cambiado), la llevan a su presencia. Los “conocedores de la Sagrada Escritura” quieren la muerte de la mujer y la condena de Jesús. Ellos olvidan que Dios Amor no quiere la muerte del pecador sino su conversión (Ez 18, 23). Jesús les llama la atención de una manera nueva (una Nueva Evangelización): «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». (Jn 8, 7). A la mujer le dice que tiene una nueva oportunidad: «Anda, y en adelante no peques más» (Jn 8, 11).

            Si cada uno de nosotros no tiene a Jesús como lo más importante de su vida, ni vemos la vida de una manera diferente al mundo, ni la vida tiene un significado nuevo, entonces no nos hemos encontrado con Jesús ni tampoco nos hemos convertido. Ya el pasado no importa: «No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?» (Is 43, 18-19).

            Cada día es una oportunidad para encontrarnos con Jesús, para nuestra conversión. Tengamos el corazón abierto al Señor para que nos transforme y encontremos ese significado nuevo para nuestra vida. «¡Este es el tiempo favorable, este es el día de nuestra salvación!» (2Co 6, 2)

            Dios te bendiga.

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