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Discípulos y misioneros



Hace unos diez años, la Conferencia de Obispos de América Latina y del Caribe reunida en Aparecida, Brasil, propuso el camino para la Iglesia de esta tierra en la clave de discípulos misioneros: Todos los cristianos católicos debemos reconocer, aceptar y vivir que estamos en constante aprendizaje del Maestro; al mismo tiempo, el Maestro nos pide que vayamos a contar a los demás nuestra experiencia del encuentro con Él.
En el relato del Evangelio de nuestra Santa Misa de hoy es el de la Transfiguración del Señor. En él escuchamos el mandato en la voz del Padre: : “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”. La escucha es la actitud propia del discípulo (Is 50, 4). El mandato del Padre es pues, estar atento a lo que el Maestro Jesús nos enseña, camino de salvación, de redención, de felicidad y de encuentro.
Por otra parte, está la invitación del Señor de ir a anunciar a los demás las maravillas del Señor, normalmente después de un encuentro transformador con Jesucristo: al endemoniado de Gerasa (Mc 5,19); a los discípulos de dos en dos (Mc 6,7); a todos los discípulos (Mt 28, 19; Mc 16, 15). Tenemos el ejemplo del mismo San Pedro: Cuando les anunciamos la venida gloriosa y llena de poder de nuestro Señor Jesucristo, no lo hicimos fundados en fábulas hechas con astucia, sino por haberlo visto con nuestros propios ojos en toda su grandeza (2Pe 1, 16).
Solo podremos anunciar a los demás, con unción y con poder, cuando hayamos tenido nuestro propio encuentro con Jesús. Tenido ese encuentro, nos pondremos en actitud de escucha, para, al mismo tiempo, llevar a los demás el testimonio y el mensaje de Cristo Jesús.
Ciertamente, no podemos obviar el hecho de nuestra condición humana. Podemos fallar y es seguro que en algún momento de nuestra vida seremos débiles y cederemos a la tentación. Cuando estemos débiles, caídos, escuchemos la voz del Señor que nos dice: “Levántense y no teman”. El Papa Francisco nos lo ha dicho en alguna ocasión: “La moral cristiana no es no caer jamás, sino levantarse siempre, gracias a su mano [la de Jesús] que nos toma” (Papa Francisco, Discurso al Movimiento de Comunión y liberación, 7/3/2015).
Encuentro con Jesús, discípulo y enviado a anunciar a los demás el mensaje de salvación. ¡Qué Jesús nos bendiga!

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