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DOMINGO DE LA SANTISIMA TRINIDAD



En la oración primera de la Santa Misa de hoy escuchamos: “Concédenos… reconozcamos la gloria de la Eterna Trinidad y adoremos la Unidad de su majestad omnipotente”. Y es lo que la Iglesia hace hoy.
Desde pequeños, en el catecismo, la inmensa mayoría de nosotros aprendimos que el misterio fundamental de nuestra fe es el misterio de la Santísima Trinidad: Tres personas, un solo Dios. Tal vez no recordemos con exactitud el por qué es el misterio fundamental de nuestra fe. Es bueno recordarlo.
Lo primero que debemos recordar es que Dios así nos lo ha revelado: el Señor Jesús nos ha revelado la comunión profunda y eterna que existe entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y así lo escuchamos en la Santa Misa de hoy. La Iglesia primitiva es consciente de este hecho como lo atestigua San Pablo en sus múltiples cartas y en especial en el pasaje de la carta a los romanos que escuchamos hoy en la segunda lectura.
En segundo término, toda la vida del cristiano se mueve en la vida trinitaria. Desde nuestro bautismo, hemos sido signados por la Trinidad Única y verdadera. Ese Dios Uno y Trino es quien nos ha creado y nos mantiene en la existencia, es quien nos ha redimido y quien obra la santificación de la Iglesia y de cada creyente. Aun cuando podamos atribuir alguna acción específica, es un único Dios. Así lo escucharemos en el prefacio de la Misa: Y lo creemos de tu gloria, porque Tú lo revelaste, lo afirmamos también de tu Hijo, y también del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción.
Hoy y siempre debemos reconocer la gloria de Dios uno y Trino. Adorar a Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. A Ellos la gloria, el honor y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

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