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Llénense del Espíritu Santo. Expresen sus sentimientos con salmos, himnos y cánticos espirituales, cantando con todo el corazón las alabanzas al Señor (Ef 5, 19)



Uno de los elementos esenciales de la vida cristiana es dejarnos guiar por el Espíritu Santo en todos y cada uno de los momentos de nuestra vida. Él obra en nosotros nuestra santificación. Parte de esa obra es la parte cultual: manifestar nuestros sentimientos al Señor.

Hoy en día, esa parte de nuestra vida se ha visto menoscabada por múltiples razones, ninguna de ellas de tipo religioso. Hoy muchos creyentes dejan de manifestar su fe, le ponen cadenas al Espíritu de Dios, por miedo, por vergüenza, por un falso ideal de perfeccionismo, por falta de fe. Y eso le pasa hasta a los sacerdotes.

¿Por qué los fieles cuando están en el Templo no cantan?
Sin duda que la primera excusa es que no se saben las canciones. Excusa barata, porque se resuelve aprendiéndolas. No cantan porque no tienen fe y, si la tuvieren, no es lo suficientemente fuerte ni para dar testimonio ni para alabar al Señor. Y entonces vienen las otras excusas: no tengo buena voz; hay un ministerio de música que canta, no me sé bien la letra, tengo pena…

Todas esas excusas impiden que nuestra vida espiritual sea completa. Ahogamos nuestra vida espiritual por otros motivos, pero no los de Cristo Jesús.

No alabar al Señor con el cuerpo, ni con la voz, es una señal inequívoca de que no se deja guiar por el Santo Espíritu de Dios.

¿Por qué no recitar los salmos?
Excusas: no tengo biblia (solución: comprarla); no veo bien (solución: ve al oculista); me da pereza (¡qué sinceridad!); no sé cuáles (pues, pregunta y averigua). Hay salmos para la alabanza, para petición, para pedir la paz, para reconciliarnos con el Señor. ¡Y es Palabra de Dios!

Oramos con el cuerpo y con el alma: con nuestra actitud, nosotros oramos también. El estar de pie, o sentados, de rodillas o acostado; con las manos juntas o con las manos extendidas en actitud de oración, cuando nos tomamos de las manos para rezar el Padre Nuestro, cuando cierro los ojos… con ello oramos también. Déjate guiar por el Espíritu Santo. No le pongas cadenas a la acción del Espíritu.

¡Que el Santo Espíritu de Dios te guíe al encuentro con Jesús!

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