Ir al contenido principal

Tres cosas...



Docilidad: En las lecturas de la Misa de hoy aparece la imagen de la luz. Caminarán los pueblos a tu luz y los reyes, al resplandor de tu aurora Caminarán los pueblos a tu luz y los reyes, al resplandor de tu aurora. La imagen de la luz – oscuridad es reveladora puesto que en la oscuridad no distinguimos, mientras que con la luz vemos las cosas en sus dimensiones. Jesús se presenta como luz en nuestra vida: solo en Él podemos distinguir y discernir todas las cosas y situaciones de nuestra vida. Lo que verdaderamente distingue al cristiano es la docilidad a Cristo, a luz que nos da con su vida y su palabra. Seamos, entonces, dóciles.

Reconocimiento: Los Magos llegaron con un convencimiento a Jerusalén. Todos los signos que Dios les había presentado le indicaban que el Mesías Rey había nacido. Y cuando llegaron a Belén, lo reconocieron. De igual manera, todos debemos reconocer a Cristo como Dios verdadero que ha puesto su morada entre nosotros, como hombre verdadero que ha querido ser semejante a nosotros y como Rey que quiere lo mejor para nosotros. Sólo así sabremos y podremos compartir con los demás que Jesús es lo mejor que nos ha pasado en nuestra vida.

Ofrenda: Los Magos dejaron su ofrenda al Niño Jesús. Dieron lo que tenían al Mesías. De igual manera, cada quien debe dar a Jesús lo que es y lo que tiene. Que Él haga de nosotros lo que quiera. Nos ponemos en sus manos. Nuestra fe nos lleva a la confianza, esa confianza nos debe llevar al amor y a la convicción de que Jesús siempre quiere lo mejor para nosotros.

Que el Dios, Hombre y Rey verdadero nos bendigan hoy y siempre.

Comentarios

Entradas populares de este blog

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46)

1) Composición de lugar             El Señor está consciente de que su hora de morir ha llegado. 2) Confianza y abandono La oración de Jesús, en este momento de sufrimiento —« Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu »— es un fuerte grito de confianza extrema y total en Dios. Esta oración expresa la plena consciencia de no haber sido abandonado.

¿Qué nos enseña el pasaje de la resurrección de Lázaro?

1) Lo que esperamos obtener de Dios no siempre es lo mejor para nuestra vida . Más de una vez nos habremos dirigido al Señor pidiéndole algo seguramente importante. Y más de una vez el Señor no nos concedió lo que le pedimos. Sin embargo, no nos debe quedar la menor duda de que lo que ocurrió redundará siempre en nuestro bien, aunque en el momento no lo entendamos o no lo veamos con claridad. Marta y María le mandan a avisar a Jesús que Lázaro está muy mal. Jesús no responde inmediatamente. Finalmente, Lázaro fallece. Cuando Jesús se hace presente, Marta le dice: “Si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano”. Marta esperaba que el Señor sanase a su hermano, pero no imaginó nunca que fue lo mejor que pudo pasar, porque con ello dio una muestra fuerte de su poder y su hermano volvió a la vida. 2) La verdadera vida está en Jesucristo . Hoy el término “vida” está relacionado más con el desorden y el placer. Y eso no es vida. La verdadera vida es la comunión de vida y a

¿Cómo actúa el Espíritu Santo en nosotros y en la Iglesia?

Es una pregunta interesante. No responderla implica el repetir hasta la saciedad que el Espíritu Santo actúa en nosotros y no tener idea de qué estamos hablando. Básicamente, el Espíritu Santo actúa ordinariamente de dos modos. Primero : El Espíritu Santo nos concede la misma vida de Dios. En los sacramentos, nosotros recibimos la gracia santificante. Esto quiere decir que recibimos la condición de hijos de Dios en el bautismo y, mientras tengamos la intensión de vivir según la Voluntad de Dios (eso es vivir en santidad) conservaremos esa amistad con Dios. Si por debilidad, descuido, pereza o maldad perdemos la gracia de Dios, el Espíritu Santo nos concede el perdón por el sacramento de la confesión. El Espíritu Santo hace posible nuestra vinculación con la familia de los hijos de Dios. Segundo : Con sus dones. En la tradición bíblica y en la tradición cristiana católica se identifican siete dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, pieda