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Evitar la presunción



                Las lecturas de hoy son una llamada de atención para todos. Nos invitan a alejar de nosotros el veneno mortal que significa la presunción.
                La presunción es un pecado gravísimo. Consiste en estar seguro de la propia salvación. Es un veneno porque condiciona el alma de tal manera que la hace insensible a los llamados de atención del Señor.
                El Catecismo de la Iglesia Católica dice que hay dos tipos de presunción: O bien el hombre presume de sus capacidades (esperando poder salvarse sin la ayuda de lo alto), o bien presume de la omnipotencia o de la misericordia divinas (esperando obtener su perdón sin conversión y la gloria sin mérito) (nº 2092).
                Como se ve es un pecado en el que pueden caer los que están alejados de la vida de la Iglesia como los que están cerca. Quienes están lejos de la vida de la Iglesia (católicos chucutos, para llamarlos de alguna manera) pueden presumir de su propia salvación confiando en sus propias capacidades, despreciando los medios de salvación dejados por Jesucristo a la Iglesia.
                También los que participan de la vida de la Iglesia pueden caer en el pecado de presunción: creyendo que con la participación frecuente en los actos de culto son ya la garantía segura de la salvación, olvidando que se debe ser perseverante hasta el final.
                Decíamos antes que la presunción es un veneno para el alma. Y es cierto: la aniquila de tal manera que un fiel puede considerar innecesario acudir al sacramento de la confesión, a la oración, a la comunión frecuente, a la meditación de la Sagrada Escritura, etc. Y pensar y actuar de esa manera equivale a declarar la muerte del alma porque ella no recibe más la gracia divina.
                Frente a la presunción, el cristiano debe anteponer la humildad de reconocer que la salvación es el premio a la fidelidad al Mensaje de Salvación, sin “peros” y sin condiciones. Buscar la salvación fuera de la Iglesia, en amuletos, “protecciones” y ritos raros, no es otra cosa que desconfiar de Dios y creer que la salvación depende de cosas externas y no de la fidelidad.
                Frente a la presunción, la humildad ante el Salvador.

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