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¡Tú sabes cómo!



Para comprender mejor el pasaje del Evangelio de nuestra Santa Misa de hoy, es importante que reparemos en algunos detalles.
Los escribas eran unos personajes que tenían como oficio el estudio de la ley. Serían, más o menos, como los abogados de hoy. En los tiempos en que vivió el Señor en Israel había distintos pareceres sobre los mandamientos que aparecen en el Antiguo Testamento. Eran 248 mandamientos y 365 prohibiciones (entre ellos se encontraban los Diez Mandamientos). Algunos pensaban que todos eran importantes, otros decían que algunos eran más importantes que otros. El resultado final es que se daban discusiones entre los diferentes maestros de la ley.
No era raro, pues, que un escriba se acercara a Jesús, que tenía fama de Maestro, a preguntarle su opinión sobre cuál de los mandamientos es el más importante. La respuesta de Jesús es sencilla y demoledora:
Le recuerda una oración que los israelitas rezaban con frecuencia: el Shemá Israel. “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Grábate en la mente todas las cosas que hoy te he dicho, y enséñaselas continuamente a tus hijos; háblales de ellas, tanto en tu casa como en el camino, y cuando te acuestes y cuando te levantes. Lleva estos mandamientos atados en tu mano y en tu frente como señales, y escríbelos también en los postes y en las puertas de tu casa” (Deut 6, 4–9).
El escriba parece ser un hombre sensato y le da la razón al Señor. Inclusive, en su respuesta cita otros pasajes de la Sagrada Escritura.
Con la respuesta que da el Señor va una enseñanza particular: Tácitamente le dice al escriba: Tú sabes cómo debes orientar tu vida. Hazlo.
El Señor nos ha dejado a lo largo de nuestra vida un número de personas que nos han transmitido lo necesario para vivir rectamente. Es cierto que también nos encontraremos personas que nos enseñan con palabras y obras todo lo contrario. Y es allí donde entra en juego la libertad humana.
La libertad humana puede verse afectada por sentimientos y otros afectos, pero nada de eso es imposible de superar. Tenemos la inteligencia necesaria como para saber distinguir lo bueno y lo malo, saber elegir lo bueno y rechazar lo malo. Todo eso lo sabemos. Solo queda que lo pongamos en práctica.
Por eso, el mensaje del Señor Jesús para nosotros hoy podría ser: Tú sabes cómo vivir bien, entonces, hazlo.
Dios te bendiga.

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