Ir al contenido principal

La parábola de los dos hijos

El pasaje del Evangelio de este domingo tiene una profundidad particular. Es conocido como la parábola de los dos hijos.
En primer plano, la parábola va dirigida a los Sacerdotes y a los ancianos del pueblo. Ellos presumían de no tener pecado y esa soberbia cerraba el corazón a cualquier invitación a la conversión, por ejemplo, la que hizo Juan el Bautista. En cambio, otros personajes de Israel sí atendieron el llamado de Juan.
En un plano más profundo, hay una sicología muy particular. Sin desvirtuar la Palabra del Señor, toma en consideración estos detalles:
1) Son dos hijos. Uno dijo “no” pero terminó obedeciendo y el otro dijo “sí” pero no obedeció. La pregunta de Jesús es quién cumplió verdaderamente la voluntad del papá.
2) La imagen del hijo obediente, el Señor la atribuye a los sacerdotes y ancianos. Les reprocha el que habiendo oído el mensaje de Juan, no aceptaron la invitación a cambiar de vida.
3) ¿Cuál es la razón por la cual no aceptaron la invitación a la conversión? La respuesta es sencilla: no reconocían que estaban actuando mal. Cualquier persona que actúa mal no cambiará de vida si no acepta con la inteligencia y el corazón que lo que hace está mal hecho.
4) La actitud del orgulloso y soberbio que actúa mal y no quiere cambiar tiene una manifestación particular: anuncia descaradamente que actúa bien y tiene un discurso bien preparado con el que cree justificar su actitud. En estos tiempos modernos, esta actitud comienza su discurso con algunas de las siguientes frases: a) “yo no mato ni robo...”; b) “yo no soy como Fulano o Sutana...”; c) “¿de qué sirve ir a la Iglesia y darse golpes de pecho...”; d) Cualquier otra que se te ocurra.
5) Los publicanos y las prostitutas eran las personas peor vistas en Judá e Israel. Ambos eran tachados como lo peor y como fuente de pecado en Israel. No obstante, el Señor dice a los sacerdotes y ancianos que esos personajes les llevan la delantera en el Reino de los Cielos.
6) El Señor quiere dejar claro algo: cuando alguien reconoce su mala acción y hace su mayor esfuerzo por cambiar de vida, no debe ser objeto de reproches su pasado, sino más bien motivo de alegría su presente. Esto mismo escuchamos en la primera lectura de la Misa.
7) Está abierta la invitación para meditar y reflexionar sobre nuestra vida, a ver si nuestra vida es similar a alguno de los dos hijos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46)

1) Composición de lugar             El Señor está consciente de que su hora de morir ha llegado. 2) Confianza y abandono La oración de Jesús, en este momento de sufrimiento —« Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu »— es un fuerte grito de confianza extrema y total en Dios. Esta oración expresa la plena consciencia de no haber sido abandonado.

¿Qué nos enseña el pasaje de la resurrección de Lázaro?

1) Lo que esperamos obtener de Dios no siempre es lo mejor para nuestra vida . Más de una vez nos habremos dirigido al Señor pidiéndole algo seguramente importante. Y más de una vez el Señor no nos concedió lo que le pedimos. Sin embargo, no nos debe quedar la menor duda de que lo que ocurrió redundará siempre en nuestro bien, aunque en el momento no lo entendamos o no lo veamos con claridad. Marta y María le mandan a avisar a Jesús que Lázaro está muy mal. Jesús no responde inmediatamente. Finalmente, Lázaro fallece. Cuando Jesús se hace presente, Marta le dice: “Si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano”. Marta esperaba que el Señor sanase a su hermano, pero no imaginó nunca que fue lo mejor que pudo pasar, porque con ello dio una muestra fuerte de su poder y su hermano volvió a la vida. 2) La verdadera vida está en Jesucristo . Hoy el término “vida” está relacionado más con el desorden y el placer. Y eso no es vida. La verdadera vida es la comunión de vida y a

¿Cómo actúa el Espíritu Santo en nosotros y en la Iglesia?

Es una pregunta interesante. No responderla implica el repetir hasta la saciedad que el Espíritu Santo actúa en nosotros y no tener idea de qué estamos hablando. Básicamente, el Espíritu Santo actúa ordinariamente de dos modos. Primero : El Espíritu Santo nos concede la misma vida de Dios. En los sacramentos, nosotros recibimos la gracia santificante. Esto quiere decir que recibimos la condición de hijos de Dios en el bautismo y, mientras tengamos la intensión de vivir según la Voluntad de Dios (eso es vivir en santidad) conservaremos esa amistad con Dios. Si por debilidad, descuido, pereza o maldad perdemos la gracia de Dios, el Espíritu Santo nos concede el perdón por el sacramento de la confesión. El Espíritu Santo hace posible nuestra vinculación con la familia de los hijos de Dios. Segundo : Con sus dones. En la tradición bíblica y en la tradición cristiana católica se identifican siete dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, pieda