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Luz y no oscuridad

Las lecturas de este domingo destacan las imágenes de la luz y de la sal. Ambas tomadas de la experiencia común. Basta pensar en una comida sin sal o en una casa a oscuras. O por el contrario, pensemos en una comida con el punto justo de sal o en una casa bien iluminada. La misma función de la luz y de la sal en la vida ordinaria es la misión de los cristianos en la sociedad.

El testimonio de nuestra condición de creyentes es llevar una vida de acuerdo a los mandamientos y a las enseñanzas de Jesús transmitida por la Iglesia. Ese testimonio hemos de darlo públicamente, con nuestros pensamientos, palabras y acciones, acompañados también con una actitud de escucha para corregir cuando nos hayamos equivocado. No debemos sentir miedo o vergüenza de decir que hemos puesto nuestra fe en Jesús: "Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos".

Nuestro mundo de hoy está viviendo una época difícil. Se admira más la mala conducta que las buenas costumbres. La gente se acostumbra a vivir mal y alejados de Dios: piensan que Dios es un obstáculo para la felicidad. Cuando las malas acciones de otros los tocan o los dañan a ellos o a sus familiares entonces se lamentan de que Dios los tiene olvidados. La verdad no es difícil de descubrir: en realidad son ellos los que se han olvidado de Dios y sufren las consecuencias de vivir en la oscuridad.

Nuestro mundo necesita cristianos creyentes y valientes, que no teman mostrar su fe con su buena conducta, que no tengan miedo de hablar de Jesús. Nuestro mundo necesita buenos ejemplos. El mundo nos necesita a ti y a mí.

No olvidemos nunca este deseo de Jesús: “Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos”.

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