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Contra el pecado, el amor de Dios

 Las lecturas de hoy nos hacen recordar algo que experimentamos con frecuencia a lo largo de nuestra vida: nuestra naturaleza humana puede hacer que apartemos nuestro corazón de Dios y obremos mal. La experiencia del pecado es algo frecuente en nuestra vida.  En la primera lectura (Ex 32, 7-11. 13-14) escuchamos como Dios le hace saber a Moisés que el pueblo al que sacó con brazo poderoso lo cambió por una imagen a quien llamó "dios", un becerro de oro. Ya esto resulta una llamada de atención para nosotros: es muy fácil que podamos nosotros atribuir al poder de Dios a una serie de artefactos (a los que suelen llamar amuletos, ilde, protecciones, etc.). Y aunque parezca inofensivo (y es lo que el demonio quiere que nosotros creamos), eso hace que apartemos el corazón de Dios todopoderoso. Creer que un pedazo de plástico o de cualquier otro material tiene un poder superior al de Dios es cometer el mismo pecado que el pueblo de Israel con el becerro de oro. En la segunda lectura...

EL CAMINO SEGURO DE LA FE

 Las lecturas de hoy tienen una profundidad especial. Nos lleva a considerar el papel de la fe en la vida del creyente. Y no es un tema fácil de abordar.  En la primera lectura del libro de la Sabiduría (9, 13-19) el autor se hace un cuestionamiento que ha sido recurrente a lo largo de la historia: los razonamientos de los seres humanos no están exentos de error. Por una parte, los defectos de nuestra manera de razonar y, por otra, nuestra vinculación con cosas materiales, que son limitadas, hacen que la capacidad de razonar y de alcanzar la verdad libres de error sean particularmente arduos. El autor da respuesta a esta interrogante acudiendo a la fe:  " ¿Quién conocerá tus designios, si tú no le das la sabiduría, enviando tu santo espíritu desde lo alto? Sólo con esa sabiduría lograron los hombres enderezar sus caminos y conocer lo que te agrada. Sólo con esa sabiduría se salvaron, Señor, los que te agradaron desde el principio ". Ahora bien, en nuestra actividad cotidi...

Librarnos del peso de la soberbia

 Las lecturas de hoy tienen un tema que destaca: la soberbia como un enemigo del creyente. Así nos resulta ineludible hacer una reflexión sobre el pecado capital de la soberbia y su remedio, la virtud de la humildad. La soberbia consiste en un amor desmedido de sí mismo y el deseo de ser preferido y admirado por los demás. No es difícil entender entonces por qué es un enemigo del creyente: se convierte en un obstáculo inmenso para que la Palabra de Dios dé fruto en nosotros. El soberbio tiene como único criterio a sí mismo, con lo cual, la Palabra de Cristo no tiene valor real para él en su vida. Escuchamos en la primera lectura: “No hay remedio para el hombre orgulloso, porque ya está arraigado en la maldad” (Ecclo 3, 28) El remedio al mal de la soberbia es la virtud de la humildad. Lejos de la caricatura del “humilde” como una persona que es callada y con la mirada perdida, la humildad es, básicamente, el conocimiento de sí mismo, de sus propias limitaciones y virtudes. El humild...

La reprensión como una señal de amor

 Puede resultar llamativo y hasta reluctante con las “modernas teorías” de psicólogos y afines. Hoy la reprensión es vista con malos ojos porque se le atribuye –erróneamente– que es la causa de diversos males modernos. Y nada es más erróneo. Cuando un padre reprende a su hijo por algo malo que hizo, no lo hace porque no ame a su hijo, todo lo contrario: precisamente porque lo ama, lo corrige para que se aparte del mal camino o deje de hacer eso que es malo y pernicioso. Y así nos lo enseña la Palabra que escuchamos hoy: “ ¿qué padre hay que no corrija a sus hijos? Es cierto que de momento ninguna corrección nos causa alegría, sino más bien tristeza. Pero después produce, en los que la recibieron, frutos de paz y de santidad ” (Heb 12, 7.11). Hoy la reprensión y el esfuerzo no se ven con buenos ojos. La defensa a ultranza de la libertad, de la autoestima y del hedonismo se han convertido en los ejes transversales de toda actividad humana. Desde esta perspectiva, el cristianismo se v...

NO TODOS ESTÁN DE ACUERDO CON EL MENSAJE DE CRISTO JESÚS

  Las lecturas de la Santa Misa de hoy parecieran no tener un hilo conductor, en cambio sí la tienen. Hoy las lecturas nos invitan, entre otras cosas, a considerar el hecho de que no todos los hombres darán la misma respuesta a Cristo Jesús. Fundamentalmente, la fe es una respuesta que da la persona. Es sobre todo un acto de la voluntad: La fe es la decisión de aceptar como verdadero el mensaje de salvación de Cristo Jesús y de ponerlo en práctica en nuestra vida. No debe asombrarnos, entonces, que, ante una misma realidad, algunos la juzguen como positiva y otros, en cambio, como perniciosa. Así, ante el mensaje del profeta Jeremías, algunos lo aceptaban como un mensaje de parte de Dios, mientras que otros lo rechazaban porque ponían evidencia su mala actitud y su mal obrar. La consecuencia: utilizaron todo su poder e influencias para acabar con Jeremías (Jr 38, 4-6. 8-10). La diversidad de respuestas ante el mensaje de Cristo tiene una consecuencia inevitable. La escuchamos en el...

La esperanza que nace de la fe

 Las lecturas de nuestra Santa Misa de este domingo nos invitan a considerar la esperanza cristiana. Esta esperanza no es como la humana que es un deseo muy fuerte de que ocurra algo extraordinario. La esperanza cristiana es la certeza de lo que Dios nos ha dicho y prometido. En la primera lectura, del libro de la Sabiduría (18, 6-9), el autor teje una alabanza de sus antepasados: Dios les había concedido al Pueblo de Israel ver el cumplimiento de algunas cosas para que el mismo Pueblo reconociera “la firmeza de las promesas en que habían creído”. Es Dios mismo quien había hablado y su Palabra no falla. La segunda lectura de la carta a los Hebreos (11, 1-2. 8-19) ensalza la fe de los patriarcas que tenían una fe tal que estaban dispuestos a hacer la voluntad de Dios, por muy absurda que pudiera parecer a los ojos humanos. De hecho, ellos estaban seguros de lo que esperaban, porque esa esperanza nace de la fe: Dios les había dicho y ellos estaban ciertos en esas promesas. Porque cre...

La avaricia, una forma de idolatría

 Las lecturas de este domingo nos invitan a evaluar nuestra relación con los bienes materiales. Ellos son necesarios, pero jamás deben suponer un obstáculo para que podamos amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. En la primera lectura (Qo 1, 2; 2, 21-23) escuchamos una reflexión sapiencial. Desde un punto de vista meramente humano, ¿qué sentido tiene desvivirse para acumular riquezas y bienes que después no vamos a disfrutar, sino que al final lo tendrán otros? El mismo autor expone un hecho que pasa a muchos humanos: se desviven, se fatigan y se olvidan hasta de sí mismos, de sus familias y de quienes le quieren solo por el hecho de acumular dinero o de derrocharlo. San Pablo hace mención de una realidad innegable: la avaricia es una forma de idolatría. Ya muchos filósofos han establecido que el sentimiento religioso ni se crea ni se destruye, solo se transforma. De esta manera, quien no reconoce y adora al Dios vivo y verdadero, lo sustituirá por ot...