Este domingo toda la Iglesia celebra el domingo del Buen Pastor, porque la lectura del Evangelio nos propone esta imagen de Cristo que el Señor, además, se atribuye a sí mismo. Ya en el Antiguo Testamento, el Pastor de Israel era Dios mismo. Ya lo escuchamos en uno de los salmos más conocidos: El Señor es mi Pastor, nada me falta . Y las personas que tenían a su cuidado el Pueblo de Israel –los reyes, los ancianos y los sacerdotes– eran llamados también pastores de Israel (Jer 23, Ez 34) puesto que descansaba sobre ellos la misión de cuidar, dirigir y enseñar al Pueblo, rebaño del Señor. Algunos profetas hicieron un llamado de atención porque esos pastores de Israel habían descuidado su misión y buscaron solo su propio provecho. No cabe duda de que el Señor es el Buen Pastor. Si hay alguien que quiere el mayor bien para nosotros –la salvación– ese es Jesucristo, como nos lo recuerda San Pedro en la primera lectura (Hech 4, 12). Y Él ha elegido a fieles para que sean sus pastores,
Una de las cosas que no admite discusión en nuestro tiempo es que cada quien puede opinar lo que quiera, de lo que quiera. Algunos han llegado al extremo de pedir que se respete su opinión sobre física cuántica como se respeta la opinión de un físico cuántico que enseña e investiga en una Universidad reconocida. El punto es que eso no está bien: se respeta el derecho a opinar, pero no merece el mismo trato el contenido de las opiniones. Desde hace muchísimos años ha habido personas que han tratado de deformar a Nuestro Señor Jesucristo y han querido endosarle muchos roles diferentes: el revolucionario, el maestro espiritual, el líder, el filósofo, un profeta, etc. Y terminan desfigurando lo que Jesús realmente es. Hay muchas cosas que pueden influir en esto, pero si queremos conocer y encontrarnos con el Jesús real, debemos evitar que todas esas categorías se conviertan en un obstáculo. En la primera lectura (Hech 3. 13-15. 17-19) San Pedro afirma que los Sumos Sacerdotes y los Ancian